(3500 Millones, 26/02/2013)
Esta entrada ha sido escrita por Dani García, del Movimiento ATD Cuarto Mundo. La campaña de microfinanciación de este proyecto sigue abierta aquí.
Jazmina terminó desarrollando una rutina creativa. Cada día, tras leer con atención no menos de un par de cuentos, pedía que alguna de las voluntarias de la Biblioteca de Calle tomara nota de las poesías que inventaba a partir de lo que le habían sugerido las historias descubiertas en los libros. De esta manera, algunos personajes volvían a la vida, otros nuevos se presentaban y sus andanzas seguían su curso animadas por la fantasía entrañable de esta niña de 8 años, vecina del barrio madrileño de chabolas del Pozo del Huevo.
Otros niños del mismo barrio, tras la lectura, se expresaban más libremente a través del dibujo, donde quedaban huellas de los personajes y aventuras que más les habían emocionado después de un buen rato de lectura. Una emoción que les llevaba más lejos de lo que ellos mismos se atrevían a imaginar, como en el caso de Lorenzo, que tras realizar un dibujo que nos encantó a todos, terminó rompiendo en una posterior rabieta, como negando que él, señalado habitualmente como "travieso" o "malo", fuera capaz de crear nada bello.
En realidad, estas eran las principales razones de ser de la Biblioteca de Calle que se desarrolló hace años en este barrio y en algunos otros de Madrid y Barcelona: abrir, a través del libro, espacios para la cultura en lugares marcados por la pobreza y la exclusión; promover el encuentro y el aprendizaje mutuo entre personas de diferentes medios sociales; reconocer y hacer reconocer los saberes, capacidades y la creatividad de niños, niñas y mayores que habitualmente son señalados como incapaces.
Así, apoyada en la creatividad de estos niños y niñas, surgió la historia de "El Dragoncito", que luego además fue ilustrada por ellos mismos y publicada como libro. Así, niños como Damián, con grandes dificultades en el colegio, pudieron presentar el libro en su clase y hacer entender a sus compañeros y profesores que comparten sus ganas de aprender y que ellos también tienen mucho que ofrecer.
Este es el espíritu que nos lleva, después de unos años de parón, a volver a poner en marcha la dinámica de las Bibliotecas de Calle. En estos tiempos de dificultades materiales agudizadas, sigue de plena vigencia la frase de uno de los primeros niños que participó en una Biblioteca de Calle: ''Tengo hambre en mi cabeza. Cuando no sabes nada, nadie te escucha".
Por eso, desde el Movimiento ATD Cuarto Mundo España nos proponemos de nuevo construir estas bibliotecas sin muros, sacar de nuevo a pasear los libros por las calles de algunos de nuestros barrios. Porque creemos en el libro y en la calle como lugares de encuentro con quiénes suelen quedar fuera de las dinámicas comunitarias. El acceso sin barreras a la Biblioteca de Calle y su propuesta de compartir saberes promueve la confianza de los padres y madres, ya que parte del reconocimiento de un derecho: el derecho a la cultura, al pensamiento y a libre expresión de este.
Un derecho que, compartido con otros, se convierte en eje de encuentro y construcción de convivencia y transformación comunitaria con otros vecinos del barrio.
Jazmina terminó desarrollando una rutina creativa. Cada día, tras leer con atención no menos de un par de cuentos, pedía que alguna de las voluntarias de la Biblioteca de Calle tomara nota de las poesías que inventaba a partir de lo que le habían sugerido las historias descubiertas en los libros. De esta manera, algunos personajes volvían a la vida, otros nuevos se presentaban y sus andanzas seguían su curso animadas por la fantasía entrañable de esta niña de 8 años, vecina del barrio madrileño de chabolas del Pozo del Huevo.
Otros niños del mismo barrio, tras la lectura, se expresaban más libremente a través del dibujo, donde quedaban huellas de los personajes y aventuras que más les habían emocionado después de un buen rato de lectura. Una emoción que les llevaba más lejos de lo que ellos mismos se atrevían a imaginar, como en el caso de Lorenzo, que tras realizar un dibujo que nos encantó a todos, terminó rompiendo en una posterior rabieta, como negando que él, señalado habitualmente como "travieso" o "malo", fuera capaz de crear nada bello.
En realidad, estas eran las principales razones de ser de la Biblioteca de Calle que se desarrolló hace años en este barrio y en algunos otros de Madrid y Barcelona: abrir, a través del libro, espacios para la cultura en lugares marcados por la pobreza y la exclusión; promover el encuentro y el aprendizaje mutuo entre personas de diferentes medios sociales; reconocer y hacer reconocer los saberes, capacidades y la creatividad de niños, niñas y mayores que habitualmente son señalados como incapaces.
Así, apoyada en la creatividad de estos niños y niñas, surgió la historia de "El Dragoncito", que luego además fue ilustrada por ellos mismos y publicada como libro. Así, niños como Damián, con grandes dificultades en el colegio, pudieron presentar el libro en su clase y hacer entender a sus compañeros y profesores que comparten sus ganas de aprender y que ellos también tienen mucho que ofrecer.
Este es el espíritu que nos lleva, después de unos años de parón, a volver a poner en marcha la dinámica de las Bibliotecas de Calle. En estos tiempos de dificultades materiales agudizadas, sigue de plena vigencia la frase de uno de los primeros niños que participó en una Biblioteca de Calle: ''Tengo hambre en mi cabeza. Cuando no sabes nada, nadie te escucha".
Por eso, desde el Movimiento ATD Cuarto Mundo España nos proponemos de nuevo construir estas bibliotecas sin muros, sacar de nuevo a pasear los libros por las calles de algunos de nuestros barrios. Porque creemos en el libro y en la calle como lugares de encuentro con quiénes suelen quedar fuera de las dinámicas comunitarias. El acceso sin barreras a la Biblioteca de Calle y su propuesta de compartir saberes promueve la confianza de los padres y madres, ya que parte del reconocimiento de un derecho: el derecho a la cultura, al pensamiento y a libre expresión de este.
Un derecho que, compartido con otros, se convierte en eje de encuentro y construcción de convivencia y transformación comunitaria con otros vecinos del barrio.
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