LA TEORÍA Y LA POLÍTICA ECONÓMICAS TIENEN QUE APRENDER DE LA HISTORIA

(Sin permiso, 29/07/2012)

Alejandro Nadal

Nadie mejor que Keynes para describir las carencias de las visiones que el establishment en Europa tenía sobre la crisis en 1930. En su artículo "The Great Slump of 1930"(1) hace una crítica al análisis económico que imperaba ese año: "Estamos inmersos en un pantano, nos hemos equivocado por completo en el manejo de una máquina delicada cuyo funcionamiento no comprendemos". Si Keynes regresara y pudiera observar el desarrollo de la tragedia europea de nuestros días, sólo cambiaría su texto original para enfatizar que la élite política europea nada aprendió de la historia, o aprendió las lecciones equivocadas.

El credo neoliberal se presenta ante el mundo como si sus dogmas fueran verdades absolutas. Lo cierto es que esas ideas son artefactos de guerra, máquinas de dominación para engañar y someter. Compete al análisis crítico desmontar estas piezas que sólo sirven para mantener el embuste y la opresión. Parte del trabajo de crítica debe basarse en el análisis histórico y por eso es importante revisitar los acontecimientos en Europa entre 1919 y 1933.

La historia comienza con la tenaz adhesión al patrón oro al concluir la Primera guerra mundial. Un arreglo que permitía la compra y venta del metal a un precio fijo, es decir, el patrón oro, parecía ser la forma de garantizar la estabilidad económica y los intercambios sin sobresaltos. Este esquema supuestamente promovía las virtudes del ahorro y la inversión, además de obstaculizar la manipulación monetaria por parte de gobiernos irresponsables. En su Breve tratado sobre la reforma monetaria Keynes(2) ya había comenzado la crítica del patrón oro y hasta le calificó de ser una "bárbara reliquia". Pero la mentalidad que atribuía al patrón oro todo tipo de virtudes estaba lejos de darse por enterada de esas críticas. Por eso los responsables de los bancos centrales de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia e incluso Alemania coincidieron en que después de la guerra era urgente buscar el restablecimiento de dicho sistema. Pero del dicho al hecho hay un largo trecho. Después de la dislocación de la vida económica que había traído la conflagración, el retorno al patrón oro no era fácil. Una estrategia para restablecerlo pasaba por la deflación, otra por la devaluación. Inglaterra, Italia y Alemania siguieron el camino de la deflación. Aunque el proceso en Inglaterra fue algo más ordenado, en Italia y Alemania condujo directamente al ascenso del fascismo.

En su análisis sobre la Gran Depresión y el patrón oro, Eichengreen y Temin(3) citan al historiador Forsyth y relatan cómo en el caso de Italia la deflación condujo a fuertes niveles de desempleo, lo que fue aprovechado por Mussolini en una estrategia que culminó con su marcha sobre Roma. Así, mientras comenzaban a fluir los capitales y las inversiones hacia Italia, el fascismo italiano recogía los frutos del descontento provocado por las medidas para lograr ese resultado.

El caso de Alemania merece atención especial porque las lecciones de la historia que parece recordar el pueblo alemán son las equivocadas. Una referencia pertinente es el libro de Peter Temin, historiador de la economía y del cambio técnico. En su libro Lecciones de la Gran Depresión(4) Temin examina la evolución de los gobiernos de la alemana República de Weimar entre 1919-1933, y sus esfuerzos por enderezar una economía devastada por la guerra y los altos costos de las reparaciones impuestas por los aliados en el Tratado de Versalles. Tal y como lo había anunciado Keynes, las reparaciones impuestas sobre Alemania resultaron ser impagables. En 1921 Francia y Bélgica enviaron setenta mil tropas para ocupar el valle del Ruhr en represalia por la falta de pago, y los efectos fueron desastrosos. En reacción el gobierno alemán hizo un llamado a una huelga general. La resistencia fue sofocada con lujo de violencia por parte de las tropas francesas.

La economía se colapsó. La producción se redujo drásticamente y el desempleo se disparó (a más de 23%). La recaudación se desplomó y el gobierno recurrió a financiar su déficit a través de la monetización. Estaban dadas todas las condiciones para el episodio de híper-inflación que dejó una profunda cicatriz en las percepciones del pueblo alemán. Primera lección equivocada: se llegó a considerar que la hiperinflación confirmaba que el restablecimiento pleno del patrón oro se necesitaba urgentemente.

Para 1923 era evidente que la economía alemana estaba a punto de explotar. Estados Unidos e Inglaterra presionaron para aliviar la situación. En 1924 el famoso comité Dawes presentó sus recomendaciones para retirar las tropas francesas del Ruhr, recalendarizar el pago de reparaciones y reestructurar el banco central. El objetivo era dar un respiro a la economía alemana para que pudiera recuperar un ritmo de crecimiento aceptable. La prosperidad (algo artificial) de los años veinte le brindaba a Estados Unidos suficiente margen de maniobra para intervenir en la reconstrucción de la economía alemana: Washington comprometió una cantidad importante de recursos para invertir en la economía alemana.

Todo esto implicaba que cualquier descalabro en Estados Unidos significaría el colapso de la economía de la república de Weimar. Por otra parte, las recomendaciones del comité Dawes eran de corto plazo y la carga de las reparaciones siguió siendo un gravamen muy pesado. En 1929, poco antes del colapso en Wall Street, se estableció otro mecanismo para aligerar el peso de las reparaciones. El resultado fue el llamado plan Young, anunciado en 1930. Pero para entonces ya era demasiado tarde, pues era claro que Estados Unidos tendría que interrumpir el suministro de préstamos e inversiones que necesitaba la maltrecha economía de Weimar. Alemania nunca podría pagar las reparaciones.

Las autoridades en Berlín se manejaban dentro del marco de referencia de las finanzas ortodoxas y del sistema de pagos internacionales que imponía el patrón oro. Y tuvieron que responder a las restricciones que este entorno internacional imponía con una fuerte depresión interna. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank y su sucesor, Hans Luther, aplicaron políticas restrictivas y mantuvieron la tasa de descuento muy por arriba de las tasas de Londres y Nueva York con el fin de reducir la pérdida de oro. Las autoridades fiscales fueron aún más agresivas en su afán deflacionario: desde principios de 1930 el canciller Heinrich Brüning mantuvo recortes fiscales brutales y una política deflacionaria (reducciones salariales y de la ayuda por desempleo) para restablecer un 'equilibrio' en el contexto del patrón oro.

En vista de que Alemania tenía que pagar sus cuentas externas con poder de compra equivalente en términos del patrón oro, el ajuste tenía que pasar por la deflación en el plano interno hasta alcanzar ese objetivo. Brüning consideraba que era indispensable sacrificar todo con el fin de mantener el flujo de créditos e inversiones desde Estados Unidos. Ese flujo llegaba a su fin por la crisis, pero Brüning se mantuvo aferrado a la política de austeridad creyendo que esas inversiones regresarían. Su política deflacionaria acabó por hacer añicos a la República de Weimar. Entre 1929 y 1932 el partido nacional socialista pasó de 12 a 107 diputados.

Los pilares de la política macroeconómica que hoy aplican los poderes establecidos frente a la crisis en Europa tienen sus equivalentes en ese trágico período entre las dos guerras mundiales. Los amarres que ahora impone la unión monetaria al estilo neoliberal se parecen en mucho a las restricciones que infligió antes el patrón oro. La exigencia de una disciplina fiscal en plena espiral descendiente tiene su equivalente directo en la política deflacionaria impuesta en Alemania para restablecer dicho patrón oro.

La exigencia de que los países del Mediterráneo europeo paguen la deuda que resulta de la expansión crediticia generada en y por el sistema bancario, tiene su equivalente en el apremio para el pago de reparaciones de guerra. Las ominosas frases de la señora Lagarde o de la canciller Merkel se parecen a aquélla sentencia de Clemenceau en 1919: "Exprimiremos al limón alemán hasta hacerlo rechinar". Sólo que el limón a exprimir parece estar ahora en la cuenca del Mediterráneo.

La política restrictiva que hoy se impone sobre los países sometidos a "rescate" es la misma que se aplicó en Alemania al estallar la crisis de 1929, lo que llevó al desempleo masivo que alimentó todos los resentimientos frente al Tratado de Versalles y su odiado régimen de reparaciones.

La política de austeridad impuesta sobre Grecia, España, Italia, Portugal e Irlanda responde al mismo reflejo de una política de deflación y sacrificio de una generación que dio el tiro de gracia a la república de Weimar y sentó las bases para el ascenso del nazismo. Hasta las insinuaciones de lección de moral que se esconden detrás de las declaraciones de Merkel y Lagarde resultan similares a la "cláusula de culpa" que tenía el artículo 231 del Tratado de Versalles. Por medio de esa cláusula humillante Alemania aceptaba la responsabilidad de haber provocado todos los daños y de haber causado la guerra. El artículo 231 fue uno de los blancos favoritos del revanchismo alemán. Las frases de moralina del dúo Lagarde-Merkel ya son combustible para el resentimiento anti-germano en Grecia.

En síntesis, los acontecimientos y la retórica en los años 1919-1933 en Europa tienen paralelismos de pesadilla con los eventos que rodean el hundimiento de la Europa del euro hoy. El delirio de la política neoliberal en tempos de crisis llevará necesariamente a la destrucción de la economía europea. El paisaje político tendrá que modificarse. La tarea política de la izquierda es la de construir los caminos alternativos a esta pesadilla neoliberal.
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Notas:
(1) Disponible en www.gutemberg.ca/ebooks/keynes-slump)
(2) A Tract on Monetary Reform, Collected Writings, Vol. IV. Londres: Palgrave Macmillan.
(3) Eichengreen, B. y P. Temin, "The Gold Standard and the Great Depression", NBER Working Paper Series", no. 6060 (disponible en www.nber.org)
(4) Temin, Peter. Lessons from the Great Depression, (MIT Press, 1989)

EL FIN DE LA MAL LLAMADA MERITOCRACIA

(El Plural.com, 29/07/2012)

Vicenç Navarro
Este artículo señala que la ideología existente en nuestras sociedades, que asume que el gradiente social está basado en el mérito, está siendo cuestionada ampliamente, con la aparición de movimientos tales como el 15M y el Occupy Wall Street que cuestionan el orden establecido.
Una de las consecuencias de la enorme crisis financiera y económica que estamos experimentando es la pérdida de confianza en las élites gobernantes, sean éstas financieras, económicas, mediáticas o políticas. La confianza que un sistema político democrático requiere que exista entre el establishment –las instituciones que gobiernan las distintas actividades financieras, económicas, mediáticas y políticas del país- por un lado, y las clases populares por el otro, se está perdiendo rápidamente. La gente normal y corriente, que solía creer que "los que mandan" son mejores y tienen más información sobre la cual toman decisiones, ya no cree en ello. Más y más gente cuestiona que las élites que están arriba mandando estén allí debido a su mérito. Según la última encuesta de valores realizada por la Pew Foundation, la mayoría de las poblaciones de los países en recesión incluyendo los países de la Eurozona, no confían en las élites gobernantes. Y ello explica que tales élites estén perdiendo no sólo la confianza sino su legitimidad para "mandar", sea en el sector que sea.

Hay muchas consecuencias de este hecho, fácilmente evidenciables. Pero una de las más importantes es que además del esquema político derecha-izquierda hay que incluir otra línea divisoria que separa los que están arriba de todos los demás, que constituyen la gran mayoría de la población. Esta mayoría percibe que la línea ascendente en el gradiente social no la determina  el mérito, sino las conexiones y relaciones interpersonales determinadas en gran parte por el origen social del individuo, definido este por clase social y género. En realidad, la evidente incompetencia de los que están arriba (tanto en los sectores financieros como en los políticos), que aparece claramente en su continuo y persistente intento de seguir las políticas de austeridad que han conducido a estos países al desastre, muestra que el mérito tiene poco que ver con que estén donde están. Las conexiones y redes de intereses (que los sociólogos llaman capital social y la gente normal y corriente llama las conexiones y enchufes) que les permiten trepar, explica que estén arriba. Ésta es la percepción hoy generalizada.

Es lógico, pues, que la gran mayoría de la ciudadanía cuestione el sistema que permite a las élites existir, permanecer y reproducirse, sin ninguna justificación o responsabilidad frente a los demás (lo que en inglés se llama accountability). La meritocracia aparece como la ideología que las élites promueven en los medios que controlan para justificar su poder. La pérdida de credibilidad de esta ideología es clara y enorme. La gran mayoría de la población en la citada encuesta Pew, no cree que las élites gobernantes sean "mejores" que la gente normal y corriente. En realidad, comienza a verse lo contrario. Unos porcentajes que están creciendo son los de los que piensan que  la gente de arriba es más corrupta que la gente normal y corriente. Se han enriquecido, no a base de sus méritos, sino a base de sus contactos y conexiones (repito, el llamado capital social).

Esta toma de conciencia lleva a una situación que tiene un enorme potencial explosivo, pues el mayor grado de conocimiento y mayor exigencia que ello conlleva, conduce a una situación en que la falta de credibilidad de la ideología meritocrática provoca el deseo de cambiarla o eliminarla.    Y de ahí surgen los movimientos contestatarios: de la concienciación de que los que tienen gran poder en el país defienden, no los intereses generales de la población, sino los particulares que representan, careciendo de legitimidad para estar donde están y tener el poder que tienen.

Los movimientos contestatarios
No es, pues, por casualidad, que tales movimientos hayan surgido en países como España y como EEUU, donde hay mayor concentración del poder financiero, económico, mediático y político, y donde la relación existente entre estos diferentes establishments es más acentuada. La relación y conexión, por ejemplo, entre el establishment financiero, el mediático y el político alcanza dimensiones elevadas en España y en EEUU. De ahí el surgimiento del 15-M y del Occupy Wall Street. Son movimientos de denuncia de la gran concentración del poder y de las enormes limitaciones que ello determina en el sistema democrático de tal país. En ambos países las limitaciones del sistema democrático son enormes y evidentes. El "no nos representan" del movimiento 15M es ampliamente entendido y compartido por la mayoría de la ciudadanía, mayor en las personas de sensibilidad progresista, pero también presente en personas de sensibilidad conservadora.

Ello conlleva una distancia cada vez mayor entre los gobernantes y los gobernados, que incluye a los gobernados de distintas sensibilidades políticas. En ambos países, tales movimientos contestatarios actúan como conciencia colectiva de la mayoría de la población. Su gran poder deriva del gran apoyo popular que reciben. De ahí el enorme temor que tales establishments han mostrado,  aumentando la represión, que ha alcanzado en España y en Catalunya un nivel no visto desde tiempos de la dictadura.

Tales movimientos, en contra de una imagen intencionada y sesgada promovida por los medios conservadores, han sido altamente exitosos, pues han puesto en el centro del debate y de la visibilidad mediática las enormes falsedades en las que se apoya el sistema. En España, hay una escasísima representatividad del sistema político ("no nos representan"), una enorme corrupción de las estructuras políticas ("no hay pan para tanto chorizo"), una exigencia del cambio ("si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir"), y una larga lista de eslóganes que reflejan gráfica y simbólicamente los enormes déficits del sistema político-económico heredado de la transición inmodélica, hecha en términos muy desiguales con gran dominio de las fuerzas conservadoras en aquel proceso de transición, determinando una democracia muy incompleta, con un bienestar muy insuficiente (todavía hoy España tiene el gasto público social por habitante más bajo de la UE-15).

Estos movimientos, con su estrategia de ridiculizar al establishment (lo cual hacen con gran creatividad y humor) están mostrando que el rey está desnudo. La manera como los "yayo flautas", un grupo de ciudadanos de edad avanzada, ridiculizan la pomposidad del poder es digna de aplauso y apoyo. Al poder hay que mostrarlo por lo que es: la mera defensa de intereses particulares para el enriquecimiento de élites que han trepado hasta arriba a costa de todos los demás.

No es su objetivo convertirse en un partido político sino denunciar los enormes déficits democráticos, y radicalizar a los instrumentos políticos y sociales que necesitan que se les agite para que sirvan mejor a la ciudadanía. Y lo están consiguiendo.

Una última observación. Este distanciamiento entre gobernantes y gobernados, resultado de las enormes insuficiencias del sistema democrático español, no debe llevar a un sentimiento antipolítico que conduce a un fascismo antidemocrático (Franco era el indicador máximo de la antipolítica) sino a un mayor nivel de exigencia democrática, pidiendo con toda contundencia, que se hagan las transformaciones profundas de lo que se llama democracia en España, para conseguir una democracia real y auténtica en la que sea la ciudadanía el origen de todo poder, expresado este, tanto en forma directa como indirecta, dentro de un sistema auténticamente proporcional el que cada ciudadano tenga la misma capacidad decisoria en el país, expresada a través de referéndums vinculantes (tanto a nivel central como autonómico y municipal) así como a través de instituciones auténticamente representativas. Y exigiendo también una pluralidad en los medios, hoy prácticamente inexistente en España, que represente la existente pluralidad que hay en la ciudadanía española.



PENSAMIENTO DE ESPERANZA AGUIRRE

(MareaVerde, 29/07/2012)


LA ECONOMÍA SOLIDARIA, PARTE DE LA LUCHA CIUDADANA

(ATTAC España, 29/07/2012)

Xavier Caño Tamayo – ATTAC Acordem

Desde que en los ochenta empezó la regresión y agresión neoliberal, dirigentes, voceros y representantes de la peor versión del capitalismo han pretendido que "su" modo de entender la economía y organizar la sociedad es el único posible. Un pensamiento totalitario que se concentra en el malhadado "Consenso de Washington": crecimiento incesante, desregulación de capitales, ningún control financiero, menos impuestos a grandes empresas y ricos, concentración empresarial, privatización del sector público (especialmente educación y sanidad), menos gasto social, rigidez en presupuestos estatales… Una política destructora como es más que evidente desde hace cinco años, inicio de la crisis. Destructora porque el capitalismo alberga la semilla de la crisis suicida.
Con un paro crónico, incremento de pobreza y desigualdad, grave crisis ambiental (cambio climático incluido) y sin atisbo de superar la negativa situación económica actual, es diáfano que estamos ante una crisis profunda y global del propio capitalismo.

Ante la crisis-estafa ha habido y hay respuesta ciudadana: movilizaciones, ocupaciones de plazas y calles, huelgas generales, auto organización ciudadana… Hay que avanzar y empezar a atosigar a quienes detentan el poder financiero y afectar a sus ilegítimos, cuando no ilícitos, intereses y obscenos beneficios. Empezar a preocupar y fustigar a la banca, grandes empresas y corporaciones; también a sus cómplices y encubridores: dirigentes y dueños de medios de persuasión (antes informativos) y, por supuesto, a la mayoría de políticos profesionales al servicio descarado del poder financiero y empresarial. Denunciar ante los tribunales a responsables de la crisis-estafa, organizar la desobediencia civil, ayudar de modo organizado a inmigrantes sin permisos, empapelar las ciudades con los rostros, actuaciones y delitos de quienes nos han llevado a la crisis y en ella nos mantienen, organizar brigadas ciudadanas de vigilancia de derechos humanos y denuncia de sus violaciones… Muchas de esas acciones y actuaciones ya se han iniciado.

Pero también hay que continuar buscando y aplicando propuestas económicas de otro mundo posible. Mercados de tiempo, de intercambio, aprovechamiento organizado de alimentos desechados (que no estropeados) para quienes están peor, atención sanitaria paralela, cooperativas de producción y servicios… Una forma no capitalista de entender la vida. Y avanzar en la batalla por los valores democráticos y sociales para sustituir la devastadora ideología neoliberal, consumista, competitiva e individualista por una cultura comunitaria, de solidaridad y cooperación, de creatividad liberadora y de paz. Otra cultura en la que poseer nunca sea más que ser y crear y en la que acumular bienes materiales, lujos o dinero aparezca como la vileza y necedad que es; donde competir solo sea deportivo y el crecimiento como motor económico desaparezca por estúpido y suicida.

La lucha por un mundo justo y decente incluye esas otras economías que ya surgieron incluso antes del retroceso neoliberal y de la crisis. Como recuerda Jordi García Jané, son miles de prácticas económicas distintas, que no son capitalistas y se rigen por otros valores: justicia, solidaridad, cooperación, conciencia comunitaria, respeto a la naturaleza… Economías no desquiciadas por la necesidad de crecimiento continuo. Economías que satisfacen necesidades de las personas y comunidades, no las crean; necesidades reales como trabajo, alimentación, vivienda, educación, atención a los mayores, cuidado de la salud, creatividad… Economías que se desarrollan y aplican con la participación de todos porque son asunto de todos.

Economías de producción cooperativa, comercio justo, consumo responsable (que no consumismo), finanzas éticas y gestión de bienes comunes; economías organizadas democráticamente. Más de 750.000 empresas cooperativas y más de 800 millones de personas practican y aplican en el mundo otra economía que no es capitalista. No son mayoría (por ahora), pero esa otra economía no capitalista crece.

En la Historia, toda agresión y explotación ha generado respuestas, alternativas y contraculturas. En la lucha de la ciudadanía global por otro mundo más justo y libre, la economía solidaria, social, es parte de la respuesta a la crisis, a la agresión, al vaciado de la democracia y a la fascistización del mundo.

Y averiguar también como dar más pasos ciudadanos adelante para hacer retroceder a la dictadura financiera, para que la ciudadanía empiece a conseguir poder para construir otro mundo posible. Más justo, decente y democrático. Como escribe el economista Juan Torres López, ese paso adelante "no con respuestas aisladas y desunidas. Hay que reaccionar frente a la tiranía del poder financiero y político con el medio al que nunca podrán vencer: la máxima unidad ciudadana, la desobediencia civil y el sabotaje democrático pacífico (siempre pacífico) de sus normas e imposiciones. Sin miedo y con esperanza, pues como dijo Gandhi: Siempre ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo han parecido invencibles. Pero siempre acaban cayendo. Siempre".

LA DESESPERACIÓN

(Público.es, 26/07/2012)

Luis García Montero

El sacrificio mayor que se está pidiendo a los españoles en esta crisis política y económica es la falta de esperanza. La pérdida de derechos, los recortes, el deterioro de sus vidas cotidianas forman una telaraña espesa, una parálisis, más que un camino en dirección a la dignidad. El descrédito social de la política tiene como causa primera la falta de orgullo de la propia política, su incapacidad para dar respuesta a la agresión que los poderes financieros han desatado contra la soberanía civil y la democracia.

En la desesperación de la gente no sólo pesan los males de la corrupción, el sectarismo de las siglas y las sucesivas mentiras electorales. Influye además, y sobre todo, la constatación de que la política no sirve para organizar y decidir el rumbo de la convivencia. Sometidos a poderes globalizados y sin fronteras democráticas, el desprestigio de los políticos responde en el fondo más al patetismo de su impotencia que a su maldad.

La soberbia forma parte de ese patetismo. Las apariciones del ex presidente Felipe González son un espectáculo de soberbia cuando echa las culpas a sus sucesores, ya sean del PP o del PSOE, y no consigue reconocer un error propio en su gestión, ni en la cadena de privatizaciones que desencadenó al confundir la modernidad con las leyes del mercado y las reformas laborales, ni en la construcción suicida de una Europa sin Estado, es decir, sin política, fiscalidad común y Banco Central. Es la Europa que ha puesto nuestra economía real en manos de los especuladores. Visto desde fuera, resulta increíble que el ex presidente no sienta una parte de responsabilidad en la humillación actual de la política y en la presencia dominante de la mentalidad neoliberal.

La idea de un gran pacto de Estado entre el PSOE y el PP para salir de una situación difícil forma parte de esta soberbia, poco dispuesta a diagnosticar las causas reales de nuestro naufragio en la crisis. No se trata sólo de que el barco tenga problemas en la tormenta. Es que no hay tampoco ni botes salvavidas ni recursos para responder a la emergencia. Y esta debilidad se debe entre otras cosas al acomodo ideológico del PSOE en el turno bipartidista favorecido por una Transición pactada. El final del camino: una democracia neoliberal cada vez con menos derechos y con más derechas. No creo que tengan razón los que dicen que el PSOE y el PP son los mismos perros con distintos collares. Aunque sus cúpulas se hayan entendido con facilidad, sus bases sociales son diferentes. Se trata más bien de otra cosa: son distintos perros con el mismo collar.

Para recuperar la esperanza y el orgullo político es imprescindible que los ciudadanos españoles rompan ese collar. Hasta que no se consiga una nueva mayoría social, en la que deben participar las bases sociales del PSOE, es lógico que el gran Pacto se entienda como una versión actualizada del gran Reparto. Hoy por mí, mañana por ti.

La responsabilidad del PSOE en el predominio del sistema neoliberal español, más allá de errores concretos, ha sido la forma general del entender su papel como mecanismo de seguridad para integrar el descontento de los sectores populares y las clases medias en unas costuras política cada vez más estrechas y sometidas a las élites económicas. Las anécdotas biográficas sirven con frecuencia para encarnar los horizontes políticos. Al oír a Felipe González no sabemos bien si recibimos las palabras de un socialista, del consejero de una gran multinacional o del amigo íntimo de uno de los grandes millonarios del mundo.

Más que un gran pacto entre el PSOE y el PP, hace falta la configuración de una nueva mayoría social capaz de sellar un nuevo pacto de defensa entre la política, los sectores populares y las clases medias españolas que están siendo agredidas de un modo cruel por las élites financieras del mundo. Sólo de este modo la política volverá a recuperar su orgullo, abandonará el patetismo de su impotencia y volverá a generar esperanza.

¿Y AHORA QUÉ?

(Sistema digital, 26/07/2012)

Carlos Berzosa – Consejo Científico de ATTAC España

Tras las medidas tan desacertadas que ha tomado el Gobierno, las cosas siguen empeorando, de manera que continúa el acoso de los mercados a la economía española, la recesión se acentúa, varias Comunidades Autónomas piden su rescate, lo que no hace si no poner de manifiesto que nos encontramos ante una grave crisis fiscal, que anuncia que se puede estar al borde de la bancarrota. En concreto esto es una situación insostenible a corto plazo. Después de tanto recorte, ataque al Estado del Bienestar, aumento del paro, disminución de los salarios, cabe preguntarse qué es lo que se puede hacer ante un descalabro de esta naturaleza.

El fracaso de varios Gobiernos de distintos países, de las autoridades de la Unión Europea (UE), de los responsables del Banco Central, y de tantos economistas es realmente clamoroso. Me considero, como economista y ciudadano, estafado ante las respuestas que se han dado a la crisis económica, y no encuentro respuesta a la ceguera con la que están actuando tantos compañeros de la profesión, que son, además ciertamente influyentes.

En España el grupo de los cien salió a escena de un modo muy rimbombante, jaleados por determinados medios de comunicación, y en el que en ofrecían sus recetas para salir de la crisis. En otras ocasiones he tenido la oportunidad de criticarlos por no atender las verdaderas causas de la crisis y poner el énfasis en la reforma laboral y el recorte en las pensiones. Se estaba confundiendo los efectos con la esencia del problema. No supieron ver que la gravedad de la crisis, como se está poniendo de manifiesto en los momentos actuales, se encontraba en el estado del sistema financiero, el pinchazo de la burbuja especulativa inmobiliaria, la enorme deuda privada con el exterior, y la creciente desigualdad que se estaba dando. La concentración de riqueza que se estaba produciendo en el 1% de la población era realmente escandalosa, así como la elevada corrupción, y un regresivo sistema fiscal.

Todos estos hechos están interrelacionados entre sí, y son los factores determinantes que han provocado lo que nos ha traído hasta aquí. Sin embargo, no se han sabido analizar las raíces del problema y no se han atajado, por tanto, los males que han generado una situación preocupante y alarmante. Este grupo de economistas tiene, incomprensiblemente desde un punto de vista razonable y comprensiblemente por los grupos que los financian y los intereses que defienden, un predicamento en las esferas del poder económico y políticos hasta el punto que son los que se han llevado el gato al agua. Pero con sus recetas condujeron al desastre electoral al Gobierno de Zapatero, y ahora con la puesta en marcha de sus ideas están conduciendo al país al abismo.
Tal como están de mal las cosas es hora de actuar. Muchas gentes del país se están movilizando ante lo que está pasando. El Gobierno sigue sordo y no quiere oír el clamor popular. No se encuentra dispuesto a dialogar ni a negociar nada. Consideran que con la mayoría absoluta pueden actuar como quieran, pero con su forma de hacer las cosas están sembrando las semillas de la destrucción de una sociedad y acabando con el futuro de un país. Cada vez, el margen de maniobra se estrecha más, el enfermo se encuentra peor y resulta más difícil la intervención necesaria para curarle. Se ha tardado en actuar y los males se han ido acumulando. El plazo también se acaba.

La economía del país está en una situación límite. Hay que hacer otras cosas muy distintas si se quiere salir del círculo vicioso en el que se ha caído y que se seguirá dando si se sigue con la misma política económica. Para los que dicen que no hay otra política económica, que nada diferente se puede hacer, pues como país tenemos las manos atadas, recordarles que desde estas páginas Borrell, Navarro, Torres y yo, hemos enunciado medidas que se deben de tomar para intentar arreglar este desaguisado. Pero no estamos solos en este empeño hay también economistas que desde otros medios también lo están haciendo. Hay libros de autores extranjeros y españoles que también lo señalan. Las propuestas existen. Los impedimentos se encuentran en los poderosos grupos económicos y financieros, así como en la ortodoxia económica que impide avanzar.

No podemos, sin embargo, admitir que los mismos que se han enriquecido de una forma desmesurada en los años de bonanza, y los que han contribuido con sus ideas a este desastre, sean los que impongan la salida de la crisis con los elevados costes sociales que está habiendo. De la crisis es posible que se salga, pero lo que no se sabe es cuándo y cuántos damnificados se quedarán por el camino. Hay que reaccionar para que la salida a la crisis se produzca lo antes posible y que no se lleve tantas conquistas económicas y sociales como las que ha habido. Si los dirigentes políticos se encuentran incapaces de manejar esta tormenta económica tienen que dimitir y dar paso a nuevas iniciativas políticas. Esto sería lo honrado y honesto el reconocimiento de una incapacidad ante unos hechos que les superan, y no contribuir a dejar el país en ruinas.

LA CRISIS, EL 15M Y LA IZQUIERDA



Jaime Pastor/Le Monde Diplomatique
Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED. Autor de Los nacionalismos, el Estado español y la izquierda, La oveja roja-Viento Sur, Madrid, 2011


Más de un año después de la irrupción en las plazas de una movilización ciudadana masiva al grito de "No somos mercancía de políticos y banqueros", hemos visto confirmado lo que entonces parecía sólo un deseo o una mera ilusión: la conversión de aquel Acontecimiento en acta de nacimiento de un novísimo movimiento social que hoy continúa desafiando a la "dictadura de los mercados", empeñada en aprovechar la crisis para imponer una política del "shock" que amenaza con desmantelar derechos sociales y libertades políticas fundamentales. Y una parte de la izquierda sin enterarse…

La capacidad transgresora mostrada por este movimiento, ya sea en la lucha por el cambio de marco discursivo dominante sobre la crisis ("No es una crisis, es una estafa"), en la resignificación de las plazas como espacios de deliberación democrática y decisión política o en la práctica de formas de desobediencia civil no violenta, le ha permitido alcanzar una legitimación social notable durante todo este tiempo. Una encuesta reciente así lo corroboraba constatando que el 68 % de la población expresaba su simpatía con este movimiento [1], pese a los intentos de criminalización que ha sufrido en distintos momentos por parte de las autoridades y la extrema derecha mediática [2].

Con todo, lo más relevante ha sido el "efecto contagio" que el 15M ha ido generando en otros sectores, organizaciones y movimientos sociales y culturales, siendo el mejor ejemplo de ello la sucesión de diferentes "mareas" (verde, blanca, azul, violeta, negra…) que se han ido extendiendo en muchas ciudades del Estado español. Incluso a escala internacional ha sido perceptible ese efecto en los movimientos "Occupy" con ocasión de la jornada del 15 de Octubre en torno al lema "Unidas por el cambio global".

Es cierto que en todo este ciclo de movilizaciones ha pesado más la dimensión emocional o simbólica de la protesta que la más instrumental, ligada a propuestas y demandas concretas. Pero ni la primera es en absoluto menospreciable –fue el entusiasmo compartido durante las jornadas iniciales el que se convirtió en el principal estímulo para su transformación en movimiento-, ni la segunda es fácil de materializar a la vista del autismo de las elites políticas. Una actitud más grave si cabe desde las elecciones generales pasadas, con un gobierno del PP que sigue refugiándose en su mayoría absoluta parlamentaria para tratar de legitimar sus políticas antisociales, pese al tropiezo sufrido en las elecciones andaluzas apenas un mes después de llegar Rajoy a la Moncloa.

Existen por tanto motivos para un balance positivo. La continuidad en la creación de un espacio público híbrido entre la auto-comunicación desde las redes sociales y la ocupación de las plazas mediante asambleas regulares a lo largo de todo un año en un alto número de ciudades y barrios ya sería suficiente prueba de la fuerza alcanzada por este movimiento. A esto deberíamos sumar todo lo que ha significado su participación creciente en campañas emblemáticas como la emprendida con notable éxito a favor de la paralización de los desahucios, la relacionada con la denuncia de las redadas racistas, las movilizaciones en defensa de la educación y la sanidad públicas o, en lugares como Madrid, contra la privatización del agua. Sin olvidar la participación de este movimiento, de forma autónoma y aportando una dimensión territorial y anticonsumista nueva, en la Huelga General del pasado 29 de marzo contra la "reforma laboral". Cada uno de los temas que ha ido introduciendo el movimiento ha ido entrando en la agenda pública y mediática e incluso en la de algunos partidos, contribuyendo así a ir empujando hacia el cambio tan necesario en el "sentido común" todavía dominante ante la "inevitabilidad" de los recortes.

El movimiento tiene cuerda para rato
Simultáneamente, hemos podido ver cómo en muchas asambleas han ido apareciendo diferentes iniciativas basadas en fórmulas de apoyo mutuo frente a la crisis y de prefiguración de ese "otro mundo posible" al que se aspira, de forma similar a lo que en el pasado reciente ocurrió en América Latina –en su lucha, no lo olvidemos, contra el pago de la deuda externa- y ahora en Grecia. La liberación de viviendas vacías para dedicarlas a centros sociales o a su ocupación por personas desahuciadas, las cooperativas de consumo, los bancos del tiempo, los clubs de trueque, las oficinas precarias, los distintos medios de comunicación alternativos y las múltiples actividades de todo tipo basadas en la autofinanciación están conformando nuevos espacios de autonomía y resistencia nada despreciables. Siempre, eso sí, que no supongan dar la espalda a la necesaria lucha en defensa de los bienes comunes y los servicios públicos bajo control social frente a su privatización y mercantilización crecientes.

Después de las jornadas del 12M-15M de este año, el periódico Madrid15M titulaba en su portada "El 15M tiene cuerda para rato" y, efectivamente, las actividades durante esos días confirmaban los frutos logrados en los preparativos invernales mediante una renovada visibilidad pública y mediática de este movimiento. Esta vez las "5 razones comunes" que daban contenido a esas movilizaciones (resumidas en "Ni un euro más para rescatar a los bancos. Educación y Sanidad Públicas y de calidad. No a la precariedad laboral. No a la reforma. Por una vivienda digna y garantizada. Renta básica universal"), campañas innovadoras como "Desmontando mentiras" y asambleas temáticas en las que se ha reflexionado en común sobre los distintos retos que plantea la crisis sistémica, civilizatoria y de la Unión Europea, mostraban una real maduración del movimiento.

Nuevas iniciativas como la Plataforma por una Auditoría Ciudadana de la Deuda ("No debemos, no pagamos"), Tribunales Ciudadanos de Justicia ("Ciudadanos en sus casas. Banqueros corruptos a la cárcel"), siguiendo el ejemplo de la experiencia islandesa, junto con el apoyo a la Iniciativa Legislativa Popular por la dación en pago promovida por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, están viéndose ahora acompañadas por otras ya directamente relacionadas con la respuesta al "rescate" de Bankia [3] y del sistema financiero español por la Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) o la solidaridad con el pueblo griego. Todo ello acompañado por las diferentes propuestas que a escala local y barrial se llevan desarrollando desde hace tiempo, tanto en relación a las necesidades más urgentes como a la exigencia de una democracia participativa frente a los despotismos municipales.

Durante todo este tiempo el 15M ha logrado construir una identidad colectiva abierta que contrasta con la que ha caracterizado a otros movimientos basados en una "política de la diferencia". Eslóganes como "No somos antisistema, el sistema es antinosotros" o el más popularizado a escala internacional, "Somos el 99% frente al 1%", son quizás los que más nítidamente expresan esa voluntad incluyente de un movimiento que es muy plural y a la vez tiene muy claro que su enemigo es ese 1% que representa a la "dictadura de los mercados". Partiendo de esa identidad colectiva abierta parecen justificadas las esperanzas en que este movimiento siga "contagiando" y confluyendo con otros movimientos y organizaciones sociales y sindicales, más allá de las diferencias que, sobre todo con éstas últimas, probablemente persistirán.

Problema aparte y más complicado es el que tiene que ver con la relación con los partidos políticos y, en particular, con la "izquierda de la izquierda", debido tanto a la debilidad y contradicciones de quienes se mueven en ese espacio como al fuerte sentimiento antipartidos que predomina dentro del movimiento.

Es en este ámbito en el que debemos reconocer la notable distancia entre la potencialidad que encierran movimientos como el 15M y las "mareas" ascendentes, por un lado, y las distintas izquierdas reales, por otro: ni Izquierda Unida, sometida a tensiones contradictorias entre su disposición a gobernar con el PSOE bajo la "regla de oro" presupuestaria y su apelación a la rebeldía frente a la crisis; ni la mayoría de formaciones que se mueven en el espacio nacionalista de izquierdas ni, en fin, Equo o Izquierda Anticapitalista aparecen hoy como herramientas políticas capaces de ofrecer exponentes políticos similares a lo que hoy representa, por ejemplo, Syriza en Grecia.

Pese a esas dificultades, la necesidad de ir conformando un amplio bloque social, político y cultural frente a la política del "shock" parece cada vez más evidente, sobre todo cuando ese "estado de excepción permanente" es asumido por un régimen en abierta crisis de legitimidad, una vez ha quebrado ese "capitalismo popular" que, apoyándose en la burbuja inmobiliaria, sembró la ilusión de una "sociedad de propietarios". En efecto, desde hace tiempo diferentes instituciones del Estado han ido sufriendo una desafección creciente entre la mayoría de la ciudadanía: la monarquía, los dos grandes partidos políticos, gobiernos de Comunidades Autónomas, el Senado, el poder judicial, el Banco de España, todos ellos implicados en mayor o menor medida por escándalos de corrupción, se encuentran hoy en sus momentos más bajos desde la mitificada transición política. El giro iniciado por Rodríguez Zapatero en mayo de 2010 y culminado por ahora con el "rescate" impuesto a Rajoy por la "troika", no ha hecho más que agravar esa crisis hasta el punto de ratificar definitivamente la ausencia de "democracia real" y de soberanía popular y la entrada en una etapa en la que el "totalitarismo invertido" [4] neoliberal está dispuestos a gobernar directamente. Por eso están más justificados que nunca eslóganes como "Lo llaman democracia y no lo es" o "No nos representan".

Esta situación, estrechamente relacionada además con la que afecta a Grecia, a la Unión Europea y especialmente a la eurozona, está profundizándose sin que las propias elites encuentren una vía de salida que genere suficiente "confianza" en "los mercados". El movimiento 15M y las diferentes organizaciones sociales y políticas alternativas tienen, por tanto, que buscar formas de convergencia que permitan dar credibilidad a la vía de la indignación rebelde frente al miedo, la resignación e incluso la desesperación. Una convergencia que también debe tener su traducción a escala europea o, al menos, de sus países "periféricos". Con mayor motivo cuando frente a la quiebra de este régimen pueden surgir alternativas desde la extrema derecha o desde distintos nacionalismos xenófobos –españoles o periféricos- que canalicen la frustración social hacia esa "política del resentimiento" que encuentra sus víctimas en los sectores más vulnerables de la sociedad y especialmente en la población trabajadora inmigrante.

La intensificación de las movilizaciones contra los recortes, el pago de la deuda y los "rescates" a los banqueros corruptos parece suficiente agenda común para ir forjando un bloque plural antagonista que en el futuro pudiera tener como horizonte la ruptura no sólo con la política sistémica sino con el régimen que, tutelado cada vez más desde la "troika", se obstina en ponerla en práctica aun a costa de ver erosionada su propia base social. Será probablemente dentro de ese proceso de confrontación entre dos legitimidades, la de los "poderes salvajes" y la de los pueblos del Estado español [5] en defensa de su soberanía, como se pueden ir creando mejores condiciones para la emergencia de una "izquierda de izquierdas" (empleando la fórmula sugerida por Bourdieu) y la posible apertura de nuevo(s) proceso(s) constituyentes.

Estas reflexiones serían incompletas si no recordáramos que en la búsqueda de una salida ante el impasse actual nos hallamos también ante una crisis global y multidimensional cuyos rasgos más dramáticos se encuentran en el vuelco climático, el fin del petróleo barato, la crisis alimentaria o las que afectan a los cuidados y a las reglas básicas de un Estado de derecho. La conciencia de esa crisis civilizatoria obliga, por tanto, a saber responder a los debates actuales en torno a cómo conciliar "austeridad" y "crecimiento", ofreciendo frente a ambas propuestas un camino distinto: el de una urgente transición posfosilista y redemocratizadora, basada en la redistribución de la riqueza de arriba abajo y en la socialización de aquellos bienes comunes destinados a garantizar la satisfacción de las necesidades básicas, teniendo en cuenta siempre los límites biofísicos del planeta.

____________ Notas:
[1] "El 15-M aumenta su apoyo ciudadano. Tras la movilización, el 68 % expresa su simpatía, más que hace un año", El País, 20 de marzo de 2012.
[2] Esa política de criminalización también se hizo visible con ocasión de la movilización que se produjo durante la "primavera valenciana" cuando el jefe de la policía en esa Comunidad llegó a calificar de "enemigo" al estudiantado que se manifestaba contra los recortes en educación para así justificar la violencia empleada: la reacción solidaria en los días siguientes frustró esa campaña.
[3] Una querella desde una plataforma del 15M contra el expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, ha sido presentada el 14 de junio. Más información en http://15mparato.wordpress.com
[4] Ésa es la definición que hace Sheldon Wolin en Democracia, S.A. (Katz, 2008) y que retoma oportunamente Marcos Roitman en Los indignados. El rescate de la política (Akal, 2012, pp. 21 y ss.) para caracterizar la voluntad capitalista de control sobre todas las esferas de la vida pero sin necesidad de contar para ello con líderes carismáticos.
[5] Utilizo el plural conscientemente ya que no podemos olvidar que nos encontramos con una realidad plurinacional asimétrica en la que, como condición previa para valorar si debe haber un solo "demos" o varios "demoi", se deberá respetar el derecho a la autodeterminación de pueblos como el vasco, el catalán o el gallego. He desarrollado este y otros temas afines en Los nacionalismos, el Estado español y la izquierda (Los Libros de Viento Sur-La oveja roja, 2012).

Fuente: Le Monde Diplomatique, nº 201, julio de 2012, página 3.

UN PASEO POR LAS MENTIRAS DEL PP

(Pijus Economicus, 26/07/2012)
Alberto Garzón Espinosa

Unos compañeros han aprovechado el trabajo de “Lo que España necesita”, que puede descargarse gratis aquí (y comprarse en las librerías para una mejor lectura), para hacer un Power Point con algunos elementos de interés. Lo pongo aquí porque a buen que seguro que habrá gente interesada en difundirlo por correo electrónico o como considere oportuno. Es libre. Descargar Power Point “Un paseo por las mentiras del PP”.

SINDICATOS Y COLECTIVOS SOCIALES PLANEAN UNA "HUELGA GENERAL CIUDADANA"



(laRepublica.es, 25/07/2012)

Sindicatos y organizaciones sociales reunidas en la Cumbre Social convocada por CCOO y UGT mantendrán las movilizaciones contra los recortes durante el mes de agosto y septiembre y planean la convocatoria de una consulta ciudadana en la segunda mitad del mes octubre que, en caso de no recibir respuesta por parte del Gobierno, podría dar lugar a la convocatoria de una 'huelga general ciudadana'.

La última huelga de estas características tuvo lugar el 14 de diciembre de 1988 y que es"algo más que una huelga general". Este tipo de huelgas no suponen sólo la paralización de los centros de producción y trabajo, sino otras acciones como el cierre de comercios o la suspensión de eventos deportivos.

Éste es el calendario de movilizaciones que se ha contemplado durante la constitución de la Cumbre Social convocada por CCOO y UGT para sumar apoyos contra los recortes y para definir la promoción de una consulta popular, a la que se han adherido unas 150 organizaciones y asociaciones.

La cumbre, que se volverá a convocar el 6 de septiembre, ha contado con la participación de unas 150 de organizaciones y asociaciones sociales y ha acordado la creación de una mesa de dirección de ocho miembros integrada, además de por los secretarios generales de CCOO y UGT, por miembros de la Plataforma en Defensa de los Servicios Públicos y el Estado del Bienestar, los técnicos de Hacienda (Gestha), Jueces para la Democracia, Ecologistas en Acción, Unión Progresista de Fiscales y del Sindicato de Arquitectos.

Además, entre las organizaciones que han participado en la cumbre se encuentran colectivos muy diversos, desde los sindicatos UPTA, CSI-F o USO, hasta la Asociación de Futbolistas de España, pasando por la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC), la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), el Sindicato de Periodistas, el Sindicato Unificado de Policía (SUP) o la Unión de Actores.

NOS HUNDEN LA INCOMPETENCIA Y LA MENTIRA

(Público.es, 24/07/2012)

Juan Torres – Consejo Científico de ATTAC España

España está en situación límite. Tal y como desean los grandes centros del poder oligárquico europeo, la subida de los tipos a los que se coloca nuestra deuda hará imposible su financiación y así se justificará la intervención global que vienen buscando. El Banco Central Europeo está haciendo el trabajo sucio desde hace meses, dejando que los especuladores se ensañen sin hacer nada para evitarlo, pero no se puede decir que sea el único responsable.

La verdad es que nuestros gobernantes son igualmente culpables de la situación extrema en la que nos encontramos porque vienen tomando desde hace meses una serie de medidas erróneas que era inevitable que nos llevaran al desastre, como hemos ido anticipando con total precisión los economistas críticos.

Venimos diciendo que permanecer en el euro sin unión fiscal (auténtica y no solo como un directorio que imponga disciplina presupuestaria), sin que exista un fondo europeo de rescate de los bancos (porque su situación patrimonial no puede resolverse con estrategias nacionales sino con una europea) y sin que el Banco Central Europeo actúe como un verdadero banco central que financie a los estados a bajo coste y que acabe con los especuladores para que la crisis de liquidez no se convierta artificial e innecesariamente en una de solvencia, era y es un suicidio económico, como ya estamos comprobando.
Hemos dicho por activa y por pasiva que dedicar miles millones a la banca sin conocer exactamente su auténtica situación patrimonial no resolvería nada, como seguimos comprobando después de varias reformas e inyecciones de liquidez.

También advertimos que optar por la política de fusiones de cajas, que era la estrategia que deseaban los bancos grandes para quedarse finalmente con su mercado, era una barbaridad que solo iba a dejar cadáveres muy costosos en el camino y solo más privilegios para quienes han provocado la situación financiera lamentable en la que nos encontramos, como también hemos podido comprobar ya.

Hemos demostrado que la experiencia y la evidencia empírica indican que las políticas de recortes de gasto en fases de crisis son una aberración que ni sirven para salir de ella ni para financiar mejor la deuda, como también se ha comprobado ya. Y hemos puesto de manifiesto que, además de ser tremendamente injustos, los recortes de derechos sociales son innecesarios (porque hay otras vías para obtener los recursos que se necesitan) y que crean una situación de emergencia social y de insostenibilidad que solo va a traer conflictos y perturbaciones ciudadanas muy graves, como estamos empezando a vivir.

Estamos, pues, donde estamos porque nuestros gobernantes han sido unos auténticos incompetentes. No tienen un plan de actuación previsto (como demuestra la improvisación constante), no saben lo que quieren o deben hacer (como indican las constantes idas y venidas), y no tienen la más mínima idea del efecto de las medidas que toman, como pone de manifiesto el que no acierten ni en una sola de sus previsiones.

Pero, además, los gobernantes del PP son unos mentirosos compulsivos (como Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hemos demostrado en nuestro libro Lo que España necesita), unos trileros que se creen que pueden engañar a los mercados y a las autoridades europeas a base de hacer las mismas trampas que hacen a su electorado y a todos los españoles. Lo que naturalmente tiene un efecto desastroso sobre las apuestas especulativas de los mercados que les ganan constantemente la partida, como muestra el alza acelerada de la prima de riesgo desde que gobierna Rajoy.

El gobierno del PP no ha sabido defender los intereses de España en Europa y los ha traicionado al renunciar a enfrentarse a las imposiciones constantes de sus centros de poder. Sus dirigentes creyeron estúpidamente que su sola presencia en el Ejecutivo sería suficiente para dar la vuelta a la situación ("Que caiga España que ya la levantaremos nosotros", decía Montoro en 2010) y en lugar de sincerarse con la ciudadanía se dedican a justificar su estrepitoso fracaso con el recurso a la herencia de Zapatero, un discurso que ya es sencillamente infame cuando día a día se comprueba que los ayuntamientos o comunidades autónomas en peor situación son las que el PP ha gobernado.

No pasa un día sin que nos llevemos un sobresalto o contemplemos una señal más de su incompetencia: ayer, la prima de riesgo volvía a desbocarse (como Vicenç Navarro y yo habíamos advertido que iba a suceder después del rescate bancario de junio, que Rajoy y el Rey decían que arreglaba nuestro problema financiero). Y el mismo Ministro de Economía que está constantemente actuando para ganarse la confianza de los mercados denunciaba ayer su "irracionalidad", como si fuera un extremista antisistema cualquiera.
Hay que exigir que no sigan mintiendo más. Es imprescindible poner fin al engaño electoral y a la incompetencia que nos lleva al desastre. España debe y puede hacerse fuerte. En ninguna ley natural está escrito que el destino de nuestro pueblo tenga que ser el doblegarse a las imposiciones de poderes financieros extranjeros o soportar en silencio los destrozos de un gobierno que traiciona los intereses nacionales. Como también venimos demostrando los economistas alternativos, los técnicos de Hacienda, los movimientos y organizaciones sociales…, hay medidas de otro tipo y un horizonte diferente que nos permite resolver de otro modo nuestros problemas económicos, aunque es cierto que para ponerlos en marcha se necesita voluntad política y más fuerza social, solo posibles en una verdadera democracia, que es lo que nos falta.

Renunciando a ser libres (como ha reconocido Rajoy en el Congreso) y gobernando en contra de las preferencias de la mayoría de la población, en contra de lo prometido en su programa electoral y a base de decretos, el PP ha suspendido de facto la democracia en España. Y los españoles demócratas de todas las sensibilidades y tendencias tenemos el derecho y la obligación de recuperarla, por dignidad y para evitar la ruina que produce tanta mentira e incompetencia.
www.juantorreslopez.com

LOS NUEVOS RECORTES PROLONGAN Y AGRAVAN LA CRISIS

(Nueva Tribuna, 23/07/12)

Colectivo EconoNuestra

Las denominadas políticas de austeridad han fracasado. Han desembocado en una nueva recesión económica que amenaza con transformarse en una depresión prolongada capaz de generar un nuevo vendaval destructivo de empleos, tejido productivo y empresarial, bienes públicos y derechos laborales y sociales. La deuda pública ha seguido aumentando a un fuerte ritmo y los mercados bloquean las posibilidades de obtener a costes asumibles la financiación que requieren las Administraciones públicas. Y lo mismo sucede con los bancos, cuyos activos se han deteriorado hasta el punto de requerir la intervención de los mecanismos de rescate europeos. Como consecuencia, la economía española en su conjunto se ha situado en una situación de emergencia que, en la práctica, raya con la insolvencia. Ahora, depende de la voluntad interesada y de los préstamos que de forma condicionada ofrecen unas instituciones europeas copadas por políticos y tecnócratas ultraliberales que pretenden resolver los problemas extendiendo y endureciendo los ajustes presupuestarios. Esta falta de acceso a la financiación, que se presenta normalmente como justificación, por inevitables, de las medidas actuales, es en realidad una rotunda evidencia del fracaso de las políticas de recortes.

Las medidas adoptadas nada tienen que ver con una austeridad solidaria que abogue por prescindir de lo superfluo y propicie un reparto de empleos y rentas con el objetivo de garantizar condiciones de vida dignas a toda la ciudadanía y maximizar el bienestar colectivo. No se trata, entiéndase bien, de una austeridad deseable que persiga un mayor respeto por los recursos naturales, el medio ambiente o las futuras generaciones y que trate de minimizar el consumo de materiales y energía que no pueden producirse y que, en algunos casos, están próximos a la desaparición. Se trata de una política de recortes convertida en una herramienta de presión política y económica puesta al servicio de unos objetivos antisociales: cargar los costes de la crisis sobre la mayoría de la población, conseguir una mejora rápida de la situación del sistema bancario internacional y la rentabilidad de las grandes empresas y extirpar mediante el miedo y la desesperanza toda posibilidad de crítica y resistencia ciudadana. Su objetivo no es otro que redistribuir poder, rentas, patrimonios y actividades del sector público a favor de una minoría que identifica la actual situación de crisis como una oportunidad para echar el cierre al Estado de bienestar, transformar en nuevas fuentes de negocio los derechos de la ciudadanía a la educación, la salud y la protección social, aumentar las tasas de rentabilidad del capital invertido y debilitar durante décadas la capacidad contractual y el poder de negociación de las clases trabajadoras.

Las medidas de austeridad aprobadas por el Consejo de Ministros de 13 de julio de 2012 pasarán a la historia de la brutalidad con la que representantes políticos elegidos democráticamente tratan a la mayoría de sus conciudadanos. Y pasarán a la historia de la infamia de los gobiernos que rompen con el programa electoral que los aupó al poder y defraudan, sin inmutarse, la confianza de los electores. Historia que, por cierto, está cargada de episodios similares en el pasado más reciente de este país y de otros países del sur de la eurozona, que muestran la fragilidad de unas democracias que no respetan los compromisos adquiridos por los gobiernos con sus votantes y con el conjunto de la ciudadanía. Por eso, la denuncia de estas políticas está tan estrechamente unida a la defensa de una democracia real asentada con firmeza en la libre expresión y manifestación de las críticas, el respeto permanente de los valores y prácticas democráticos y la capacidad de decisión efectiva de la mayoría.

El reciente y, por ahora, último hachazo del Gobierno de Rajoy afecta a las rentas, capacidad adquisitiva y condiciones de vida de la mayoría de la población. En nuestra opinión, estas medidas:

1. Son injustas. Hacen recaer los costes de la crisis sobre la mayoría de la población y golpean especialmente a sectores de las clases trabajadoras de baja renta, escasa cualificación y mínima capacidad de hacerse oír y hacer valer sus intereses. Cada día nuevas personas son excluidas de un mercado laboral cada vez más inhóspito, sufren mayores dificultades para tener acceso a unos bienes públicos que acentúan su carácter asistencial y se ven marginados de un bienestar del que disfrutaron durante algunos años con cierta precariedad y que ahora sienten que se les escurre entre las manos.

En sentido contrario, la llamada austeridad no afecta a las grandes fortunas y apenas roza a los bancos y grandes empresas que son tratados con mimo para sanear sus balances con dinero público y favorecer la reducción de unos costes laborales que perjudican su rentabilidad. Con descaro, se recorta la renta de la mayoría de la sociedad que deja en situación de exclusión a los sectores sociales más vulnerables mientras las grandes fortunas y rentas no se tocan y se olvidan sus delitos fiscales.

Pretenden justificar el tijeretazo basándose en una errónea e interesada culpabilización del sector público, de los trabajadores que allí desempeñan su labor y de unos parados a los que se confunde con acomodados rentistas a los que hay que incentivar en la búsqueda de empleos que no van a existir recortando prestaciones y subsidios.

Y al tiempo, intentan omitir las responsabilidades de unos mercados que han revelado su ineficiencia en sus funciones básicas de valorar y discriminar riesgos y proyectos de inversión o asignar de forma eficiente recursos. Ahí sigue estando la misma clase política que incumplió sus obligaciones de control y sanción de ilegalidades y desafueros y se enredó en innumerables casos de corrupción. Ahí siguen estando unos directivos de los sectores bancario e inmobiliario tan rapaces en su afán de lucro como incapaces de valorar los riesgos que asumían de forma completamente irresponsable y de utilizar con un mínimo juicio los recursos financieros y productivos que gestionaban.

2. Son ineficaces y contraproducentes. Ni van a restaurar la confianza en la economía española, ni van a contener la fuerza desestabilizadora de los denominados mercados, ni van a permitir alcanzar el objetivo (imposible, pero también injustificado) de reducir el déficit público hasta el 6,3% del PIB este año y al 3% en 2014. Desde hace dos años, los socios "rescatados" y los obligados por las instituciones europeas y los mercados a incrementar los recortes, disminuir la oferta de bienes públicos y protección social y reducir gastos e inversiones del sector público son ejemplos vivos de la inutilidad de una esta austeridad que no sirve para crear empleos, equilibrar las cuentas públicas, avanzar en la consolidación fiscal al ritmo fijado o reactivar la economía.

Los impactos de los recortes sobre la demanda interna, reduciéndola drásticamente, sobre la actividad económica, deprimiéndola, y sobre los empleos, eliminándolos, provocan una caída de la recaudación tributaria que neutraliza los efectos sobre el déficit público del ajuste de los gastos y del incremento de la presión fiscal sobre las rentas del trabajo y el consumo. Se ha entrado así en una espiral deflacionista en la que el rigor presupuestario provoca atonía económica y convive con un déficit público estructural que impulsa la ampliación de la deuda pública y sirve para la justificación de nuevas rondas de recortes. El resultado de tanto desatino no puede ser otro que la destrucción de empleos, capacidades productivas y crecimiento potencial.

Estas políticas están especialmente contraindicadas en un aspecto de vital importancia para el futuro de las economías del sur de la eurozona. Al concentrar la atención de gobiernos nacionales, instituciones europeas, inversores internacionales y opinión pública en los problemas de financiación del sector público, equilibrio presupuestario y saneamiento de los balances de los bancos, contribuyen a que se pierdan de vista otros problemas de similar relevancia, si no más, relacionados con la debilidad estructural de la oferta productiva de los países del sur de la eurozona y la gran heterogeneidad productiva y financiera entre los Estados gestada en las décadas previas al estallido de la crisis global. Y no hay mercados ni agentes económicos privados que puedan solventar tales problemas.

3. Destruyen actividades económicas viables y deterioran el tejido económico y empresarial. El intento de compensar mediante el aumento de las exportaciones el destrozo causado por el desplome de la demanda interna no ha llevado ni puede llevar a ningún buen puerto. Se pretende que la reducción de los costes patronales, especialmente los costes laborales (salarios, seguridad social a cargo de la empresa, indemnizaciones por despido y otros gastos), repercuta en el descenso del nivel general de precios e implique una mayor competitividad vía precios que impulse la demanda externa. Pero tal devaluación interna ha tenido hasta ahora y seguirá teniendo efectos contradictorios que permiten tener dudas más que razonables sobre sus impactos positivos en la actividad económica o el empleo. En primer lugar, porque el tamaño relativo del valor de las ventas exteriores respecto al peso de la demanda interna es pequeño y haría falta un aumento descomunal de las mismas para compensar retrocesos menores de una demanda interna, que va a estar limitada por las necesidades de desendeudamiento y la reducción de la renta efectiva de la que dispondrá la mayoría de la población. En segundo lugar, porque la competencia vía precios con los productos procedentes de los países con bajos salarios sólo puede realizarse con una reducción de los costes laborales de tal calibre que sería socialmente inaceptable, políticamente inasumible y económicamente desastrosa. Y en tercer lugar, porque la generalización de políticas tan restrictivas en todos los países de la UE, impedirán de hecho el crecimiento de las exportaciones de las economías del sur de la eurozona.

Los resultados de las políticas de devaluación interna impuestas a las economías periféricas sólo ofrecen una duda: qué alcance tendrá la destrucción de empleos y la desaparición de pequeñas y medianas empresas que van a causar, en cuánto se reducirá el crecimiento potencial de las economías afectadas, hasta dónde caerá el nivel de vida de la mayoría de la población y durante cuánto tiempo se mantendrán medidas de carácter tan antisocial, antieconómico, antieuropeo y tan inútiles como las que se han impuesto.

Frente a los objetivos y prioridades que defiende la economía convencional (salvar el sistema bancario, propiciar nuevos campos de negocio para los grandes grupos empresariales y aumentar la tasa de rentabilidad del capital invertido), la economía crítica reafirma la subordinación de la política económica a la consecución del bienestar de las personas y la defensa irrenunciable de los derechos laborales, sociales y ciudadanos.

La consolidación de una ciudadanía crítica con las medidas de austeridad y devaluación interna que se imponen como única solución racional y de una población consciente del conjunto de problemas e intereses en juego es clave para abrir un nuevo enfoque de resolución de la crisis económica que respete de modo efectivo los derechos a empleos decentes, salarios dignos, protección social suficiente y libre acceso a bienes públicos de calidad.

El colectivo de economistas que formamos parte de econoNuestra queremos desmarcarnos públicamente de las autoridades económicas que nos malgobiernan y de los supuestos argumentos económicos que se utilizan para respaldar y justificar estas extremistas medidas de recorte. La defensa que hace econoNuestra de la lógica y el conocimiento económico se inscribe en la inexcusable tarea de promover, junto al conjunto de movimientos y organizaciones sociales, culturales, sindicales y políticas de izquierdas y progresistas, una ciudadanía movilizada en la exigencia de responsabilidades, en la denuncia de mentiras que se revisten con términos económicos y en la defensa de los derechos y condiciones de vida y trabajo de las personas.

LA DESESPERANZA

(El País, 22/07/2012)

Joaquín Estefanía

En crisis como esta se pone a prueba la eficacia de los Estados de bienestar, que se habían considerado hasta ahora la mayor conquista de la humanidad en materia de ciudadanía social.

El presidente del Gobierno y el ministro de Economía han reiterado que las medidas adoptadas en estos meses no tendrán apenas efecto inmediato, sino en el largo plazo. No piensan como Keynes (no es precisamente su economista favorito), que recomendaba subordinar lo lejano al periodo corto (a largo plazo, todos estaremos muertos, decía), puesto que “nuestro poder de predicción es tan pequeño que raramente es prudente sacrificar un mal actual a una ventaja dudosa en el futuro”.
Supongamos —solo a nivel dialéctico— que los dirigentes del PP tuviesen razón y que los sacrificios de hoy son la base del bienestar de mañana. Ello no arregla el problema de los muertos y heridos graves que deja en la sociedad, por millones de personas, la política de brutales recortes. ¿Qué se hace con las víctimas de una austeridad indiscriminada, en forma de paro, empobrecimiento, exclusión...?
Si los recortes solo dan resultado a largo plazo, ¿quién recoge a los muertos y heridos de la austeridad lineal?
En crisis como esta se pone a prueba la eficacia de los Estados de bienestar, que se habían considerado hasta ahora la mayor conquista de la humanidad en materia de ciudadanía social. En dificultades tan agudas es cuando los ciudadanos —por el hecho de serlo— precisan de una protección más aguda.
Sin embargo, nos hemos dado de bruces con algunas limitaciones sobre las que se había reflexionado poco en los tiempos del crecimiento. Primero, la crisis fiscal del Estado: la arquitectura de los welfare es la de sociedades jóvenes demográficamente, muy distintas de las actuales, en las que el pacto intergeneracional funcionaba de otro modo más solidario.
Segundo, están construidos para dificultades económicas menos prolongadas que las de ahora; los sistemas de protección eran efectivos en el corto plazo, pero conforme la crisis se agudiza, centenares de miles de personas se van quedando al margen de los mismos (por ejemplo, los parados de larga duración que todos los meses han de abandonar el seguro de desempleo). De ese modo se va quebrando su universalidad, que era una de sus características centrales. Los efectos de la reforma laboral del PP —sin duda, la medida más nociva de todas las adoptadas— contribuirán a acentuar esa marginalidad; al tener efectos procíclicos, en los próximos meses se verán sus efectos, de un modo aún más tangible que hasta ahora.
La tercera limitación de los Estados de bienestar es su heterogeneidad. El sociólogo Gosta Esping-Andersen ha teorizado sobre los distintos modelos del mismo existentes en el mundo (corporativista, liberal, socialdemócrata) y su extensión. En el caso de España, a pesar de su avance en las etapas de Felipe González y Zapatero, el porcentaje del gasto social en relación con el gasto público total ha sido menor que en los principales países de nuestro entorno. Con las actuales dificultades parece difícil pronosticar una convergencia real, lo que genera todavía más debilidad entre afectados por las dificultades económicas y explica, en parte, su indignación.

VALE QUE APOYEMOS A LOS MINEROS, PERO... ¿A LOS FUNCIONARIOS?

(ATTAC España, 22/07/12)

Isaac Rosa – Comité de Apoyo de ATTAC España

La semana pasada fuimos muchos los que entonamos el "soy minero" para sumarnos a la lucha de quienes marchaban hacia Madrid desde las comarcas mineras. Esta semana somos también muchos los que apoyamos la protesta de los funcionarios. Tal vez no seamos tantos ahora como los que aplaudíamos a los integrantes de la 'marcha negra', y tampoco extrañaría, pues todo lo que en los mineros es admiración y cariño acumulado durante siglos, en el caso de los funcionarios es vilipendio y caricatura también de siglos. Si en el imaginario popular los mineros son los héroes de la clase obrera, en ese mismo imaginario los funcionarios suelen aparecer como un cuerpo gandul, parásito y privilegiado, material abundante para chistes y diana fácil para el resentimiento de los trabajadores más explotados.

Como comprenderán, no voy a perder un minuto en desmentir esa imagen negativa.

No lo haré por varios motivos: porque tenemos todo el año para señalar deficiencias y proponer cambios en la función pública, y hacerlo en el momento en que son atacados es hacerle el juego a los atacantes. Y porque diga lo que diga, siempre aparecerá alguien dispuesto a negar la mayor y relatar una larga lista de faltas cometidas por funcionarios de las que ha sido testigo. Que entre los funcionarios hay actitudes indolentes, desleales y aprovechadas, por supuesto: como las hay en cualquier rincón de un país como este, donde todo un ex presidente de la patronal se dedica a esconder dinero en Suiza tras arruinar varias empresas. Y digo más: lo natural sería que se extendiesen los comportamientos indolentes, desleales y aprovechados, pues poca entrega, compromiso y esfuerzo cabe esperar de quienes son maltratados una y otra vez.

Lo importante es que, pese a estar tan arraigados en el imaginario popular esos tópicos antifuncionarios, estos días la solidaridad con los trabajadores públicos está siendo grande. Seguramente mayor de la que podía esperar el Gobierno, que quizás contaba con que el recorte a los "privilegiados" funcionarios sería aceptado e incluso aplaudido por quienes peor lo están pasando, pero no está siendo así.

Una vez más, como pasó con los mineros, la calle se convierte en espacio recuperado donde se producen intensos encuentros y reencuentros, marcados por gestos de emoción colectiva: otra vez vemos abrazos, muestras espontáneas de apoyo, cláxones acompañando los cortes de tráfico, y hasta policías que dejan escapar señales de simpatía, funcionarios ellos también al fin y al cabo. También en las redes sociales se multiplican los mensajes y campañas insólitas, como ese rotundo "gracias funcionarios" tan extendido, y que en otro momento tal vez habría sonado a broma a no pocos que hoy lo enarbolan.

Que recibamos con abrazos a los mineros tiene un pase, no sorprende a nadie, por esa condición heroica que conservan desde hace siglos. Pero que nos pongamos cariñosos con los funcionarios son palabras mayores, debe de pensar el Gobierno, que confiaba en que en tiempos de escasez no nos conmovería el hachazo a quienes disfrutan de tantos privilegios: seguridad laboral, días de libre disposición, trienios, ayudas sociales, horarios decentes y por lo general condiciones menos abusivas que en la empresa privada… Es decir, derechos laborales legítimos a los que todos deberíamos aspirar, y que en el nuevo lenguaje de estos tiempos se convierten en privilegios que deben ser eliminados para igualarnos a todos por abajo. Imagino el desconcierto del presidente y sus ministros: "Si los parados, los precarios, los ajustados y los desposeídos apoyan a los privilegiados, estamos perdidos".

Ayer todos éramos mineros, hoy todos somos funcionarios, de la misma forma que todos somos parados (con los que se ensaña cruelmente el Gobierno), todos somos cuidadores de personas dependientes (cuyo optimista "derecho de la dependencia" se ha esfumado en cuanto han adelgazado las vacas gordas de ayer), y mañana si hace falta todos seremos jubilados (pues las pensiones no están a salvo de próximos tijeretazos). Sigan la línea de puntos y encontrarán cuál es el común denominador de todos los colectivos afectados por la crisis y las políticas anticrisis: no lo es ser ciudadanos, pues ni la crisis ni las políticas de recortes afectan por igual a todos los ciudadanos (ahí están los ciudadanos banqueros, los ciudadanos ejecutivos o los ciudadanos con grandes fortunas). Lo que une a todos los colectivos sacrificados es que son trabajadores. Así se entiende mejor: trabajadores mineros, trabajadores públicos, trabajadores en paro, trabajadores que cuidan personas dependientes, trabajadores jubilados.

Puede parecer una obviedad a estas alturas, pero de repente los mineros o los funcionarios toman la calle y nos lo vuelven a recordar: que la llamada crisis es un expolio de dimensiones históricas a los trabajadores; un saqueo de nuestro trabajo, nuestros salarios, nuestros derechos, nuestros servicios públicos; una transferencia de riqueza desde los bolsillos mermados de la clase trabajadora hacia las cuentas blindadas de los campeones de la crisis, los que no pagan precio por sus errores ni sufren los recortes.

En eso consiste la llamada crisis, y sólo cuando seamos del todo conscientes de que no es sólo un asunto de ciudadanía indignada sino de trabajadores en lucha, seremos capaces de contener ese expolio.