(El Periscopio, 21/05/2012)
Éste es un texto desagradable, de los que no gusta leer, ni oír su contenido. Hay 2.200.000 niños en España, el 26% de todos ellos, que viven bajo el umbral de la pobreza. En la tasa de alta pobreza, la que computa familias con 4 miembros cuyos ingresos no alcanzan los 11.000 euros anuales, se sitúa el 13% de los niños. Es la cifra más alta de la UE, solo tras
Rumania y Bulgaria, esos países que nos mandan emigrantes, vaya por
dios; ante los que muchos españoles se sienten superiores, igual pronto
nosotros tendremos que ir a Ghana que está creciendo. El número de
hogares con niños con todos los miembros adultos sin trabajo ha crecido
un 120%. El informe de UNICEF cita
también que los niños por primera vez superan a los ancianos como
víctimas. De cualquier forma, en ese sector también encontramos a un
21,7% bajo el umbral de la pobreza. Y estos hecho no constituyen una
emergencia nacional.
Esto ocurre en el país en el que el presidente del Tribunal Supremo,
Carlos Dívar, considera “una miseria” gastarse en hoteles de lujo en la
Costa del Sol, 18.000 euros, y la Fiscalía General del Estado archiva la
denuncia porque este señor no tiene por qué justificar sus gastos. El
mismo en el que vemos desfilar por los juzgados desde al yerno del Rey,
Iñaki Urdangarín, a presidentes de comunidades autónomas como lo fue
Jaume Matas, y otros muchos políticos, imputados por el robo de
cantidades obscenas de dinero público. Y, también, en el que ni siquiera
todos “desfilan” por los Juzgados. El mismo en el que se entrega dinero
de nuestros impuestos a los bancos: 110.000 millones de euros confesos.
En el que quiebran las Cajas y se premia con millones a sus gestores.
El mismo en el que se castiga duramente a quien ose protestar contra las
decisiones injustas. Ése en el que –con unas cifras económicas de
desastre- vemos a los políticos trajeados, viajando en primera clase, en
coches estupendos, con modelitos y joyas magníficos algunas de las
damas, comprándose lujosas casas (buscad el chalet que acaba de adquirir
Cospedal)… y comiendo de lujo en sus reuniones de alto rango. Ah,
perdón, que esto es demagogia. Pero resulta muy impúdico en situaciones
de emergencia ver esos despilfarros en el Olimpo, y que 2.200.000 niños,
un montón de ancianos y muchos adultos no se alimenten convenientemente
en el mismo país, lo es. Y no precisan caridad, ni siquiera que unos
cuantos repartan su dinero, es una cuestión de estricta justicia.
Los datos facilitados hoy por UNICEF sobre el alarmante aumento de la
pobreza en España, un 10% de 2007 (crisis alimentaria, hipotecas
basura, las hedge funds, el preludio del derrumbe financiero) a
2010, son hasta ese año. A partir de entonces muchas más personas
–personas, recalco- se han quedado sin empleo, han sido desahuciados de
sus casas y se acaba de dar un tajo mortal a las posibilidades de
educación y de salud de quien no pueda pagarlas. Hablo de salud, de ese
iceberg del que solo vemos la punta como insiste Àngels Martínez
Castells. No alimentarse bien condicionará su salud posteriormente.
Comer. En uno de los países con mayor número de obesos, en el que
triunfa tanto ahora la gastronomía de alta alcurnia, representa un
problema para mucha gente. He leído también que la Asamblea de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) estudia penalizar la comida basura para evitar el sobrepeso.
Subir los impuestos a estos productos un 20% para que sea efectiva la
disuasión. A veces me quedo pensando ante las estanterías de los
supermercados: la comida barata es más insana. Cuesta más el cerdo
ibérico que el común lleno de grasa. Cuesta menos la panceta, las
salchichas, que la carne magra. Hace falta mucho menos dinero para
comprar una pizza (también algunos alimentos más saludables pero
escasamente nutritivos como pasta, pan, patatas o arroz) que proteínas.
Pues vamos a subirles los impuestos para que los que no sean pobres de
solemnidad guarden la línea y vivan más sanos. Los otros ya no cuentan.
La pobreza es una cuestión ante la que buena parte de la sociedad
huye siquiera de enterarse, dada su inmensidad. Es el “daño colateral”
del sistema que con tanto ahínco defienden la mayoría de los políticos,
sus fuerzas de seguridad y de propaganda, gran parte de los principales
medios de comunicación y los ciudadanos que miran para otro lado. Pero
ha llegado aquí, a España. Y crece. Con la cabeza debajo de la almohada,
la amenaza, la realidad, igual seguirá creciendo.
Pero hay que evadir la rabia ¿No? Por eso nos gusta tanto el jubilado
griego de Salvados que… nos exorciza. Por cierto, en este excelente
programa, un experto dijo: ”el rescate es para salvar a los países,
ah, a las personas no”, respondiendo a la pregunta del gran Jordi Évole.
Pero mucho más nos alienta nuestro Federico Mayor Zaragoza, porque poder, podemos…
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