¡ES EL DEDO!

(El Periscopio, 19/06/2012)

Rosa María Artal

Cuenta uno de esos chistes sabios el caso de un paciente que acude al doctor a consultarle, muy preocupado, un sin fin de dolencias. Si se toca en la pierna derecha le duele, si lo hace en el brazo izquierdo también, le duele la cabeza, el estómago, el hígado, los riñones, y hasta los glúteos cuando hace presión sobre ellos. El médico, tras meditarlo, le brinda un diagnóstico certero: es el dedo el que está roto.

Con mayor o menor razón, crucificamos a Zapatero –el PP a la cabeza con afilados clavos- porque se le decía culpable de la crisis. Hoy el gobierno va dando tumbos sobrepasado por la realidad. Tanto ellos como los grandes medios, como la sociedad abducida, se presionan en Grecia y les duele pero, cuando Grecia "mejora" a su gusto –antológica esta recopilación-, encuentran nuevos responsables: el BCE, el Euro, Merkel, la volatilidad de los mercados, hasta a Rajoy empiezan a situarle como autor de la debacle. La desorientación general, la que dicta opinión sobre todo, es la más grave de la noticias.

De alguna manera todas esas causas puntuales son ciertas, pero el origen se encuentra en el dedo, aunque –de tanto tocar con él todo el cuerpo, el social en particular- el mal se ha extendido hasta el esqueleto. El dedo, apéndice de un armazón carcomido ya por un virus fatal: el neoliberalismo. ¿Qué más síntomas han de advertir para certificarlo?

Cuatro años de crisis galopante que empeora cada día. Cuantos más recortes se practican, más y mayores se necesitan, dicen los gurús del sistema. Hoy mismo el FMI pide a España que "rebaje aún más el despido". Y el coro de la cúpula neoliberal al unísono desgrana en exigencias: que nos suban el IVA, y toquen también las pensiones. Creo que fue el BCE quien se felicitó porque nos hubieran mutilado la sanidad y la educación como una medida en el buen camino. ¿De que les han servido los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda? ¿Esperarán a que se caiga la UE a trozos para ver dónde está la causa? Hay otros expertos a los que llaman mucho menos los medios: son peligrosos, pueden desmontarles el tinglado (aunque igualmente les aprisiona). Juan Torres por ejemplo.

La voracidad, sin control, es insaciable. La misma que, aparcada momentáneamente Grecia, ha dirigido sus fauces hacia España -con el agravante de un gobierno noqueado- para elevar la prima de riesgo y su pago a límites insostenibles. Un buen análisis de este punto lo brinda de nuevo Ignacio Escolar, hoy prefiero ir a las raíces.

Ciertamente, algunos podemos estar ya hartos de contarlo. De avisar con escaso éxito. En La energía liberada -de la trilogía del último año con Reacciona y Actúa- recobre una joya de texto al haber sido escrito por un especulador de primera aunque con una interesante frialdad analítica: el multimillonario -a nuestra costa- George Soros, que ha visto mucho mundo a sus 82 años.
"Así pues, el sello distintivo de la forma actual de capitalismo global, el rasgo que lo distingue de versiones anteriores, es su omnipresente éxito: la intensificación del afán de lucro y su penetración en áreas que antes se regían por otras consideraciones. Los valores no monetarios solían desempeñar un papel más importante en la vida de las personas; en particular, se suponía que la cultura y las profesiones se regían por valores personales y profesionales y no estaban construidas como empresas mercantiles", escribió, tratando de explicar cómo lo que llama "régimen capitalista global actual" se diferencia de regímenes anteriores. La clave está en el crecimiento del dinero como valor. Y así argumenta: "No es una exageración decir que el dinero regula la vida de las personas en mayor grado que nunca, los valores de cambio podrían llegar a sustituir perfectamente a los valores intrínsecos. Esto es cierto especialmente en un régimen capitalista que hace hincapié en la competencia y mide el éxito en términos monetarios. En la medida en que otras personas deseen dinero y estén dispuestas a hacer prácticamente cualquier cosa para conseguirlo, el dinero es poder, y el poder puede ser un fin en si mismo".
Estamos ante una emergencia nacional, europea y mundial, habría que cesar de apretar el dedo acusador, evadirse de los vapores narcotizantes que nos sirven a diario, porque la enfermedad es mucho más grave y más profunda. Convocar a la ciudadanía, desterrar los egoísmos, jubilar a gestores incapaces, hablar claro, desnudar lo esencial de todo lo superfluo y tomar medidas radicales (es decir, en la raíz, que hasta esa palabra la ensucian). No llevamos en absoluto el camino del remedio, mientras el dedo roto nos está destrozando la vida.

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