(Público.es, 23/8/2012)
Vicenç Navarro - Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Como indiqué en un artículo anterior El enorme crecimiento de las desigualdades (Público, 09/08/12), las políticas del New Deal
establecidas por el presidente Franklin Roosevelt, continuadas por
otros presidentes de EEUU y también desarrolladas en la Europa
Occidental durante el periodo anterior a 1980, consistieron en el
desarrollo de unas políticas fiscales progresistas; en una expansión del
gasto público, incluido el social; en un aumento de los salarios y de
la protección social; en un intervencionismo del Estado regulando el
mercado de trabajo, los sectores financieros y la economía productiva,
medidas todas ellas que determinaron un gran crecimiento de la capacidad
adquisitiva de la población y muy en particular de las clases populares
(clases trabajadoras y amplios sectores de las clases medias). A los
dos lados del Atlántico (excepto en el sur de Europa, dominado por
sistemas totalitarios de ultraderecha) el ingreso familiar se dobló del
1947 al 1973. Y en EEUU, la renta total que poseía el 1% más rico de la
población, bajó del 24% en 1928 a un 10% a mediados de los años setenta.
Era la época que muchos han llamado la época dorada del capitalismo.
Esta elevada capacidad adquisitiva significaba una gran demanda
doméstica, que era el motor de la economía en la mayoría de países
ricos.
Ahora bien, en los años setenta, varios hechos estaban confluyendo.
Uno es que las demandas del movimiento obrero estaban escalando a nivel
nacional e internacional. En contra de lo que suponen los
ultrarradicales dentro de las izquierdas, las conquistas sociales no
coaptaron a la clase trabajadora (como tales voces insisten), sino que
les dieron más poder para escalar el nivel de su demanda. Cuando un
trabajador no tiene trabajo, lo primero que quiere es conseguir trabajo.
Una vez tiene trabajo, desea tener un buen salario y unas buenas
condiciones de trabajo, y cuando tiene esto último, pide una voz en la
dirección de la empresa. Esto es lo que ocurre en cada país. Y donde
este gradiente de peticiones alcanzó su máxima presión, fue en Suecia,
con el plan Meidner, que consistía en que se establecía un fondo general
a nivel de cada empresa, con el cual se deseaba (comprando las acciones
de la propia empresa) controlar las grandes empresas, llegando a
poseerlas. El que en muchos países se hubiera conseguido pleno empleo
(que dio gran poder a la clase trabajadora) alarmó al 1% de renta
superior del país, concretamente a lo que en EEUU se llama la Corporate
Class (clase corporativa) que incluye la burguesía financiera y
empresarial. Los presidentes Reagan y Thatcher fueron la respuesta del
1% a esta percepción de amenaza. Hay que recordar que lo primero que
hizo el presidente Reagan fue despedir a los empleados y trabajadores
del tráfico aéreo, llamando al Ejército a sustituirlos. Lo mismo ocurrió
en Gran Bretaña cuando Thatcher intentó derrotar las huelgas mineras, y
con ello debilitar a todo el mundo sindical. Lo mismo, por cierto, está
ocurriendo en España, donde el gobierno Rajoy intenta derrotar a los
mineros como medida de destrucción de los sindicatos.
Además de su ataque al movimiento sindical, el neoliberalismo –la
ideología de las elites financieras y económicas– impuso las políticas
públicas que redujeron los salarios (en EEUU, el salario horario
descendió desde el año 1979 al 2007) y el gasto público, incluyendo el
gasto público social, que creó un enorme agujero de la demanda. Este
agujero alcanzó su máxima expresión en la explosión de las burbujas, y
muy en particular de las burbujas inmobiliarias (en EEUU y España). Este
descenso de los salarios requirió –a fin de sostener la demanda
doméstica– un gran endeudamiento que pasó de representar el 59% del
ingreso familiar en 1982 a un insostenible 126% en 2007. El enorme
endeudamiento de las familias está basado precisamente en esta reducción
de la capacidad adquisitiva de la población, lo cual ha ocurrido
también en España.
El descenso de los salarios se hizo a costa del aumento de los
beneficios empresariales. Así, los beneficios de las grandes empresas
(no financieras) fue, durante el periodo 1979-2007, un espectacular
255%. Estos grandes beneficios que aumentaron espectacularmente las
rentas del 1% de la población, se depositaron en bancos que los
utilizaron en gran medida en actividades especulativas, facilitadas por
la desregulación del capital financiero. En EEUU y en España, las
actividades más especulativas eran las inmobiliarias y los fondos de
elevado riesgo. Ello fue una de las causas del enorme crecimiento de la
banca. La otra fue el ya citado endeudamiento de las clases populares.
Este enorme crecimiento de la banca ha sido muy negativo, y ha sido
una de las causas de la enorme concentración de las rentas y del
crecimiento de las desigualdades. En realidad, la concentración del
propio capital financiero (facilitado por la concentración de las
rentas) es una de las características de lo ocurrido y ha sido la causa
mayor de la enorme crisis que estamos sufriendo. Es de gran urgencia que
tal sobredimensionado sector financiero (que hoy no está haciendo lo
que debería hacer: provisionar crédito) se reduzca considerablemente,
gravándolo masivamente y exigiendo una acción pública más
intervencionista (incluso estableciendo bancas públicas) para garantizar
el crédito.
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