EL DIRECTOR GENERAL DE LA FAO: CAMBIAR CÓMO PRODUCIMOS Y CÓMO CONSUMIMOS

(3500 Millones, 11/12/2012)


Esta entrada ha sido escrita por José Graziano da Silva, Director General de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que ayer inauguró en Córdoba el seminario internacional Cultivos del pasado y nuevos cultivos para afrontar los retos del siglo XXI. Con él continuamos una serie de entradas que, a lo largo de la semana, explicarán la oportunidad de estos cultivos en la lucha contra el hambre y el cambio climático.
Screen Shot 2012-12-06 at 10.50.38 PM
Campesinos en Burundi. Fotografía: FAO


En la actualidad hay unos más de 868 millones de personas con desnutrición crónica en el mundo. Y hoy la gran mayoría de la población basa su dieta en solamente cuatro cultivos: el arroz, el maíz, el trigo, y las patatas. La globalización de los mercados ha creado una abundancia de alimentos en algunas partes del mundo, pero también  ha causado una escasez de alimentos en otras. Al mismo tiempo ha creado una cierta homogeneidad de productos, perdiendo la riqueza de distintas culturas culinarias, y de la biodiversidad que ha sostenido una larga lucha para mantener la diversidad cultural y tradicional. 

Los estudiosos estiman que alrededor de 7,000 especies de plantas se han cultivado o consumido como alimento a lo largo de la historia. En la actualidad, muchas de estas especies se están desapareciendo y con ellas su diversidad genética. Si perdemos estos recursos únicos e irremplazables, nos será más difícil adaptarnos  al cambio climático o garantizar una alimentación sana y diversificada para todos.Nuestra dependencia calórica en los cuatro cultivos de base y el esfuerzo para aumentar la producción mundial desde los años 60, durante lo que se conoce como la Revolución Verde, nos ha llevado hacia el monocultivo y al uso intensivo de insumos químicos y recursos naturales. Ahora, estamos sufriendo las consecuencias de la destrucción de ecosistemas. El enfoque del sector agrario en pocos productos (de alimentos básicos o productos destinados a la exportación) reduce, en consecuencia, la diversidad alimentaria. Y si  la dieta se basa en pocos cultivos, crece el riesgo de deficiencia de micronutrientes. Si se combina con el consumo excesivo de energía, resultan altas prevalencias de enfermedades crónicas no transferibles, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.

Rumbo a la consecución de los compromisos asumidos en la Conferencia Río+20, nuestro esfuerzo tiene que avanzar hacia un desarrollo sostenible. Por eso, la manera cómo producimos y cómo consumimos reviste gran importancia.

La FAO promueve la intensificación sostenible de la producción agrícola, que resumimos en la expresión "Ahorrar para Crecer". La intensificación sostenible consiste en una agricultura productiva que conserva y mejora los recursos naturales. Emplea un enfoque ecosistémico que se basa en la contribución de la naturaleza al crecimiento de los cultivos y aplica insumos externos apropiados en el momento preciso y en la cantidad adecuada. Igualmente, se requieren cultivos y variedades mejor adaptados a las prácticas productivas basadas en el ecosistema, que los disponibles en la actualidad, diseñados para la agricultura que requiere una gran cantidad de insumos. El uso selectivo de insumos externos supondrá que las plantas tendrán que ser más productivas, emplear los nutrientes y el agua de manera más eficiente, ser más resistentes a las plagas de insectos y las enfermedades y ser más tolerantes a la sequía, las inundaciones, la helada y las temperaturas más altas. Las variedades empleadas en la intensificación sostenible de la producción agrícola deberán adaptarse a las zonas y los sistemas productivos menos favorecidos y tendrán que producir alimentos con un valor nutricional más elevado y con propiedades organolépticas deseables y ayudar a mejorar la provisión de servicios ecosistémicos. 

En este contexto, las especies olvidadas e infrautilizadas desempeñan un papel crucial en la lucha contra el hambre y constituyen un recurso clave para el desarrollo agrícola y rural. Los cultivos indígenas se adaptan mejor ecológicamente y ofrecen un amplio valor nutricional. Sin embargo, el enfoque de investigación científico se ha centrado en el mejoramiento de un número demasiado reducido de cultivos, u otros cultivos seleccionados por motivos comerciales. Hoy día, existe una gran necesidad de conservar las especies olvidadas e infrautilizadas para que no las perdamos, y mejorar los cultivos indígenas que son importantes para las culturas y para el mejoramiento del estado nutricional de la población. Junto con las instituciones internacionales y nacionales, existe la capacidad de hacer investigación sobre el mejoramiento de los cultivos infrautilizados. Hemos dado los primeros pasos pero queda aún un largo camino por recorrer. Es necesario fortalecer las políticas e instrumentos internacionales para la conservación y el uso sostenible de los cultivos olvidados, teniendo en cuenta tanto los desafíos del hambre como los de una alimentación cada vez más sana. Es necesario generar mayor conciencia del valor y del potencial que tienen para la seguridad alimentaria mundial los cultivos infrautilizados a nivel local y regional. Hay que facilitar un mayor intercambio de  estos cultivos entre los países para favorecer la investigación y, al mismo tiempo, tener en cuenta el reparto justo y equitativo de los beneficios derivados de la misma. Es imperativo un diálogo entre los países encaminado a rescatar a estos cultivos olvidados para que no perdamos la riqueza ni la sabiduría de nuestros antepasados, para que podamos aprender de ellos. Una mayor diversidad de cultivos hará menos arduo el reto de alimentar al mundo.

0 comentarios:

Publicar un comentario