(El Plural.com, 13/01/2013)
Vicenc Navarro - Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Que las desigualdades en la mayoría de países de la OCDE (el club de
países más ricos del mundo) han ido creciendo hasta alcanzar niveles no
conocidos desde principios del siglo XX es una realidad que ya casi
nadie cuestiona. Sólo algunos ultraliberales, que también niegan que
haya cambio climático, continúan negando este hecho. Las explicaciones
más frecuentes que se dan a este crecimiento de las desigualdades son
predominantemente dos. Una es la introducción de nuevas tecnologías que
eliminan muchísimos puestos de trabajo en los países más desarrollados
económicamente, eliminación que se centra primordialmente en los puestos
de trabajo de escasa cualificación. De ahí que, según tal argumento,
haya un elevado desempleo en tales países en los sectores de
trabajadores poco cualificados. Esto explica el énfasis que muchos
gobiernos dan al desarrollo de un modelo educativo encaminado a corregir
tal escasa cualificación. La solución propuesta por aquellas opciones
políticas que atribuyen las desigualdades al escaso desarrollo de
formación cualificada entre la población es mejorar la cualificación a
través de la educación.
Tal argumento, sin embargo, explica muy poco el crecimiento de las
desigualdades, pues la automatización de los puestos de trabajo de baja
cualificación no es un fenómeno nuevo. Antes al contrario, la
automatización ha existido desde el principio del trabajo asalariado,
habiendo sido una constante en el diseño del trabajo. No parecería ser,
pues, que tal automatización pudiera ser una causa mayor de la
destrucción de los puestos de trabajo y de la extensión del desempleo.
Es más, tal automatización está afectando también a puestos de trabajo
de elevada tecnología y cualificación. Hoy, un técnico especialista en
lecturas de radiografías, por ejemplo, sustituye en muchos hospitales a
radiólogos con doctorados. En realidad, no hay evidencia de que las
nuevas tecnologías estén afectando más a los trabajadores con menos
cualificaciones que los que tengan más cualificaciones. Es más, según
las estadísticas de empleo del gobierno federal de EEUU, los puestos de
trabajo que están creciendo más son los primeros, los de baja
cualificación, mucho más que los de elevada cualificación. No parece,
pues, convincente que los cambios tecnológicos sean una causa de este
enorme crecimiento de las desigualdades.
¿La globalización como causa del crecimiento de las desigualdades?
La segunda explicación más común que se da para explicar tal crecimiento es la globalización económica. Constantemente se hace referencia a los puestos de trabajo que se están yendo, por ejemplo, a la China, puestos de trabajo que por regla general son de escasa cualificación. Hay un elemento de verdad en este argumento. Pero sólo un elemento de verdad pues este argumento ignora que esta exportación de puestos de trabajo se centra primordialmente en puestos de trabajo de baja cualificación y ello a pesar de que en los países donde tales puestos de trabajo se instalan, también tienen muchos profesionales de elevada cualificación que harían gustosamente (y con menor salario) los trabajos de alta cualificación que existen en los países donde se exportan primordialmente trabajos no cualificados. El hecho de que sean estos últimos y no los primeros los que se exportan se debe, como bien dice Dean Baker (del Center for Economic and Policy Research de EEUU), que los profesionales de elevada cualificación tienen mucho más poder en los países que exportan puestos de trabajo que los trabajadores no cualificados. Tales profesionales, a través de sus organizaciones profesionales, son capaces de influenciar al Estado para que desarrolle políticas proteccionistas que no permitan tal competitividad con los profesionales extranjeros. Se me dirá, con razón, que tales puestos de trabajo cualificados también se están exportando. Pero está ocurriendo con menor frecuencia que entre los no cualificados.
La segunda explicación más común que se da para explicar tal crecimiento es la globalización económica. Constantemente se hace referencia a los puestos de trabajo que se están yendo, por ejemplo, a la China, puestos de trabajo que por regla general son de escasa cualificación. Hay un elemento de verdad en este argumento. Pero sólo un elemento de verdad pues este argumento ignora que esta exportación de puestos de trabajo se centra primordialmente en puestos de trabajo de baja cualificación y ello a pesar de que en los países donde tales puestos de trabajo se instalan, también tienen muchos profesionales de elevada cualificación que harían gustosamente (y con menor salario) los trabajos de alta cualificación que existen en los países donde se exportan primordialmente trabajos no cualificados. El hecho de que sean estos últimos y no los primeros los que se exportan se debe, como bien dice Dean Baker (del Center for Economic and Policy Research de EEUU), que los profesionales de elevada cualificación tienen mucho más poder en los países que exportan puestos de trabajo que los trabajadores no cualificados. Tales profesionales, a través de sus organizaciones profesionales, son capaces de influenciar al Estado para que desarrolle políticas proteccionistas que no permitan tal competitividad con los profesionales extranjeros. Se me dirá, con razón, que tales puestos de trabajo cualificados también se están exportando. Pero está ocurriendo con menor frecuencia que entre los no cualificados.
Este hecho muestra como las causas mayores del crecimiento de las
desigualdades tanto dentro de cada país como a nivel mundial son
políticas (es decir, relacionadas con las relaciones de poder) más que
económicas. En aquellos países donde el mundo del trabajo tiene mayor
poder político hay menos desigualdades. Y en aquellos países donde el
capital (los grandes grupos financieros y económicos) tiene mayor
influencia política, las desigualdades son mayores. Los países
escandinavos que, debido a su escaso tamaño han tenido economías
altamente globalizadas (es decir integradas en la economía mundial), son
países, sin embargo, con menos desigualdades y ello se debe al gran
poder que históricamente han tenido las izquierdas en aquellos países,
una situación que es opuesta a la de los países del sur de Europa, que
históricamente han tenido unas derechas fuertes y unidas y unas
izquierdas débiles y desunidas, responsables de que existan grandes
desigualdades en estos últimos países.
Las causas mayores del crecimiento de las desigualdades se
deben a la enorme influencia política del mundo del capital a costa del
mundo del trabajo
Lo cual me lleva al último punto que quiero subrayar. El enorme crecimiento de las desigualdades es un indicador de la enorme influencia del capital financiero y empresarial sobre los aparatos del Estado a costa de la influencia del mundo del trabajo, que ha ido perdiendo su influencia sobre aquellos aparatos. La incorporación y desarrollo de la ideología neoliberal dentro de las políticas públicas de los partidos gobernantes, incluidas las izquierdas mayoritarias, es una consecuencia de este diferencial de influencias que tienen las distintas clases sociales sobre el Estado. En otras palabras, es la victoria del capital sobre el trabajo la que ha llevado a una enorme concentración de las rentas y de la propiedad, transformando la lucha de clases tradicional en otro conflicto que es mucho más amplio que el existente entre la burguesía por un lado y la clase obrera por el otro. A este último conflicto (que continúa existiendo) hay que añadirle el conflicto de una minoría de la población en contra de la gran mayoría. De ahí que la solución a este enorme crecimiento de las desigualdades sea la democratización de los aparatos del Estado convirtiéndolos en una institución al servicio de la mayoría, en lugar de al servicio a la minoría, como está ocurriendo ahora. La evidencia científica que apoya tal explicación del crecimiento de las desigualdades es abrumadora.
Lo cual me lleva al último punto que quiero subrayar. El enorme crecimiento de las desigualdades es un indicador de la enorme influencia del capital financiero y empresarial sobre los aparatos del Estado a costa de la influencia del mundo del trabajo, que ha ido perdiendo su influencia sobre aquellos aparatos. La incorporación y desarrollo de la ideología neoliberal dentro de las políticas públicas de los partidos gobernantes, incluidas las izquierdas mayoritarias, es una consecuencia de este diferencial de influencias que tienen las distintas clases sociales sobre el Estado. En otras palabras, es la victoria del capital sobre el trabajo la que ha llevado a una enorme concentración de las rentas y de la propiedad, transformando la lucha de clases tradicional en otro conflicto que es mucho más amplio que el existente entre la burguesía por un lado y la clase obrera por el otro. A este último conflicto (que continúa existiendo) hay que añadirle el conflicto de una minoría de la población en contra de la gran mayoría. De ahí que la solución a este enorme crecimiento de las desigualdades sea la democratización de los aparatos del Estado convirtiéndolos en una institución al servicio de la mayoría, en lugar de al servicio a la minoría, como está ocurriendo ahora. La evidencia científica que apoya tal explicación del crecimiento de las desigualdades es abrumadora.
Y esta democratización no ocurrirá a no ser que se rompa el lazo que
une los equipos dirigentes de los partidos gobernantes con los equipos
gestores de las grandes corporaciones e instituciones financieras. Es
más que preocupante ver este lazo reproducirse incluso en los partidos
de centroizquierda gobernantes, donde vemos exdirigentes de la
socialdemocracia en puestos de servicio a algunas de las empresas que se
han beneficiado y continúan beneficiándose más de la intervención del
Estado. Este hecho debería denunciarse, pues es esta ligazón la que está
en la raíz del problema del crecimiento de las desigualdades. Hoy, la
pérdida de legitimidad de la democracia se basa precisamente en el
excesivo poder que el mundo del capital (y más en especial el capital
financiero) tiene sobre el Estado. No podrá desarrollarse la ya
escasamente desarrollada democracia en España a no ser que se rompa este
lazo del mundo financiero y empresarial con el Estado. Cuando Endesa,
por ejemplo, invita a una ex Ministra de Economía del PSOE a integrarse
en su equipo de dirección, no lo hace por su conocimiento del sector
energético, sino porque es una fuente de conocimiento y contactos en las
estructuras del Estado que beneficia a tal empresa, una empresa cuyo
servicio a la sociedad es muy cuestionable y poco ético, comportamiento
facilitado por una excesiva influencia sobre el Estado. El número de
dirigentes del PSOE que hoy ocupan puestos en las grandes empresas del
país es enorme. Esta relación entre mundo financiero y mundo empresarial
con los partidos conservadores y liberales ha sido la característica
que ha definido a tales partidos de derechas. Lo que es preocupante es
que esta relación se está produciendo también en los partidos
mayoritarios de izquierda. Ahí está el origen del crecimiento de las
desigualdades. Éstas son consecuencias de este maridaje de poder
económico y político.
Últimas observaciones sobre las desigualdades en España
Existe entre amplios sectores de las izquierdas en España una percepción errónea de que lo que ocurre en España está predominantemente determinado por fuerzas exteriores a España. Esta percepción aparece en la frase constantemente reproducida en forums políticos y mediáticos del país “que los estados están desapareciendo” y/o “es poco lo que pueden hacer hoy en día”.
Existe entre amplios sectores de las izquierdas en España una percepción errónea de que lo que ocurre en España está predominantemente determinado por fuerzas exteriores a España. Esta percepción aparece en la frase constantemente reproducida en forums políticos y mediáticos del país “que los estados están desapareciendo” y/o “es poco lo que pueden hacer hoy en día”.
Tal postura es profundamente errónea y sirve para justificar
políticas públicas reaccionarias e impopulares. La congelación de las
pensiones (presentada como resultado de las presiones de la Comisión
Europea y del Banco Central Europeo) es un ejemplo de ello. El estado
podría haber conseguido incluso más dinero revirtiendo la bajada del
impuesto de sucesiones que había aprobado en un periodo anterior. Estas
políticas de clase se están llevando a cabo por las elites gobernantes
en España, en alianza con las elites gobernantes de la Unión Europea con
las cuales comparten intereses de clase.
Las enormes desigualdades en España (España es el país que, después
de Letonia, tiene mayores desigualdades en la UE) están basadas en la
excesiva influencia de la banca y la gran patronal sobre el estado,
realidad que es percibida por la ciudadanía correctamente. Según la
Encuesta de Tendencias Sociales, los bancos y la CEOE son percibidos
como los sectores que tienen más poder en España por la mayoría de la
población española. La expresión de su abusivo poder sobre el Estado es
la mayor causa de la pérdida de legitimidad de la democracia. Y es esta
influenza que ha ya alcanzado unos niveles sin precedentes en el periodo
democrático y que explica que, a pesar de que el porcentaje de la
población activa ha ido aumentando, las rentas del trabajo como
porcentaje de la Rentas Nacional haya disminuido siendo hoy, un
porcentaje menor que las rentas del capital, es decir, que los
beneficios empresariales, situación que se ha acentuado todavía más en
estos años de crisis (desde 2007), en el que el porcentaje de la
población con empleo ha disminuido. La crisis ha dañado el nivel de vida
de la población trabajadora. Hoy el 20% de la población de mayor renta
(burguesía, pequeña burguesía y clases medias profesionales) poseen más
renta que la gran mayoría de la población (el 60%). Y puesto que este
20% domina la vida política y mediática del país, España continúa y
continuará siendo el país con mayores desigualdades de la UE. Así de
claro.
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