PRESTIGIAR Y REINVENTAR LA POLÍTICA

(Gastar la vida, 17/11/2011)

Mª Dolors Oller

Estamos a las puertas de una nueva consulta electoral, esta vez para elegir nuestros representantes a las Cortes Generales y que, en consecuencia, posibilitará el relevo en la Presidencia del Gobierno español. El contexto en que se convocan estas elecciones generales viene marcado por la grave crisis económica global en la cual estamos inmersos y por el desprestigio de la política, a consecuencia de un peligroso divorcio cada vez más grande entre representantes y representados. Las movilizaciones del 15-M en muchas ciudades españolas, reavivadas estas últimas semanas, han catalizado la indignación de buena parte de la sociedad contra una manera de hacer política de espaldas a la ciudadanía más propia de una época de “despotismo ilustrado” que de un sistema que se considera democrático.

No obstante, la política constituye la actividad humana por excelencia: sus raíces se encuentran en la naturaleza social del ser humano y es esencial para poder convivir. No podemos prescindir de la política: nos es necesaria precisamente para poder transformar la realidad en un sentido de mayor equidad y justicia. La solución a la crisis que sufrimos no pasa por estigmatizar a los políticos. Pueden hacerlo mejor o peor y algunos, ciertamente, han caído en la corrupción, pero otros se mantienen íntegros y tienen vocación de servicio. Y en cuanto a la corrupción, es obvio que esta no es exclusiva de la clase política. En realidad, un país tiene la política que se merece o que es capaz de producir, porque los representantes acaban surgiendo de la sociedad que hemos creado. De ahí la importancia de una ciudadanía madura, critica e implicada en el quehacer colectivo.

Si otro mundo es posible sólo se podrá construir con la fuerza de la mayoría, cuando tome cuerpo y predominio sobre la fuerza de las minorías privilegiadas, de los poderes oscuros. Y la fuerza de la mayoría se articula mediante la política y se expresa y se legitima a través de la democracia. Una democracia que hace falta, eso sí, profundizar porque hay muchas cosas que no funcionan y no merecen el nombre de tal. En definitiva, si de verdad pensamos en un mundo más humano, este no se podrá edificar de espaldas a la política sino a través de ella. En todo caso, hará falta que nos planteamos “otra manera de hacer política”, no su eliminación. Cómo también hace falta que avanzamos hacia un nuevo modelo de democracia, más participativo, que permita canalizar las demandas de la ciudadanía para que los poderes públicos no sólo gobiernen para el pueblo, sino también con el pueblo.

Ahora bien, sin ética no hay política. No valen todos los medios ni cualquier método para lograr algún objetivo. La ética mantiene la política dentro de los límites de lo que es humano y la ayuda a no caer en el uso de la violencia, la manipulación o cualquier tentación que conduzca a la negación de la verdadera política. El bien común es el principio y la finalidad ética de la política. Y el poder tiene que ser concebido como un medio al servicio del colectivo, y siempre tiene que respetar la dignidad de la persona humana, promoviendo los derechos que le son inherentes. Y hoy más que nunca necesitamos no quedarnos sólo con una ética en el plan personal (individual e interpersonal) sino que necesitamos una institucionalización de lo que se ético que nos permita avanzar hacia un estado de justicia a través de la democratización real económica, social y política.

Pero hay que ser conscientes de que el desprestigio de la política que hoy vivimos se da en gran parte por haber confundido esta con los partidos, las instituciones, las organizaciones del estado. Y hoy en cierto modo podemos empezar a hablar de un “regreso de la política”, pues estamos asistiendo tímidamente a la emergencia de la acción desde la sociedad civil como lo demuestra el fenómeno del 15-M, haciendo honor al pueblo, que es donde recae la soberanía en toda organización política democrática. La democracia no se construye cada cuatro años. Se tiene que construir cada día. Para hacerlo hacen falta nuevas maneras de hacer política, nuevos estilos y nuevos instrumentos que permitan canalizar las demandas de la ciudadanía para que los poderes públicos no sólo gobiernen para el pueblo, sino también con el pueblo. El buen ciudadano no es quien vota de vez en cuando; es quien vigila permanentemente e interpela a los poderes, los critica y los juzga.

La nueva política que necesitamos haría falta que fuera:

- Una política que pueda hacerse de múltiples formas, desde las instituciones y desde la sociedad. En el mundo de la globalización hay que predicar una horizontalidad de la política, que opere a partir de una pluralidad de actores que tengan la capacidad de converger en problemas comunes y, al mismo tiempo, sin dejar de estar arraigados en su propio terreno social.

- Una política que conjugue el corto y el largo plazo para no quedar cautiva de la inmediatez y que sea capaz de integrar la diversidad. Esto exige a la vez apertura de mente y de espíritu y proceder con una visión más integral, más holística de la política.

- Una política capaz de reconocer la necesidad de su carácter supranacional, así como la importancia de vincular lo global con lo local.

- Una política que ayude a hacer realidad un “horizonte compartido” o bien común, que tiene que ser también repensado desde la asunción del nuevo paradigma político, basado en la coordinación como valor y manera de proceder fundamental.

- Una política que para ser transformadora tiene que estar firmemente arraigada en una ética de la justicia, que esté también configurada como ética del límite y de la moderación y, por lo tanto, que ayude a romper con la identificación entre el “ser” y el “tener”.

- Una política que sea capaz de integrar valores y lógicas opuestas, pues la era de la globalización es también la era del intento de conjugar aspectos y procesos que parecen diametralmente irreconciliables (global/local, universalismo/particularismo, identidad/ globalidad, integración/disidencia, igualdad/diferencia, participación/autonomía).

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