ESTADO DE PÁNICO



Federico Mayor Zaragoza

Las horas pasan, pasan los días, y las noticias nos envuelven en una espiral de gravísimos e inexorables perjuicios presentes y peores presagios, que nos convierten a todos en estupefactos y atolondrados testigos de lo que acontece.

Sube y baja la prima de riesgo, convertida en una incógnita "familiar", progresivamente mencionada para el alivio o el desencanto, sin que sepamos exactamente de qué y de quién se trata. Y la bolsa desciende y rebota, delante de nuestros ojos perplejos por unos recortes en capítulos que nunca deberían recortarse, al tiempo que observamos atónitos los inexplicables e inexplicados "agujeros" de las instituciones financieras que se rellenan con el erario público por inflexible decisión de la Unión Europea, personalizada en la Canciller alemana.

Se trata de "una política impuesta y equivocada", escribe Valeriano Gómez en "El País" (7.10.12) y unos días más tarde, en el mismo periódico, Joaquín Estefanía, economista de primera clase, ponía de manifiesto los datos de la Comisión Nacional de la Competencia, que indican que "el 94% de los apoyos públicos en España son para la banca".

Ciudadanos atónitos al ver que nuestro país recibe de la Directora Gerente del FMI la orden de acelerar y dar más tiempo para reducir el déficit, cuando al día siguiente la señora Merkel insiste en que hay que frenar y no ampliar ni un día el plazo… ¿En qué han quedado los acuerdos que solemnemente se firmaron en Roma, con el Presidente Hollande y la Canciller Merkel a la cabeza, el 22 de junio de este año, para el inmediato lanzamiento de un programa de estímulo a la economía destinando la cantidad equivalente al 1% del PIB de la Unión Europea? Ahora ya sólo queda Hollande…

Paul Krugman ha calificado a la austeridad europea de "locura". Sí: sería una locura que, al final, todo esto termine, al haberse traspasado las líneas rojas de la capacidad de los ciudadanos para vivir en unas condiciones de mínima dignidad, en situaciones conflictivas y altercados. Insisto en que si no hay evolución se corre el riesgo de provocar la revolución. El desbordamiento del paro puede ser, como los desahucios, el detonante. No tensen la cuerda en exceso. Escuchen. Decidan luego lo que mejor convenga al conjunto de la ciudadanía. Y explíquense en el Parlamento, que no está únicamente para el "rodillo" sino para alcanzar acuerdos y pactos (que en tantas ocasiones rehusaron en el pasado).

Tiene toda la razón Miguel Ángel Aguilar cuando escribe que lo que necesitan ahora los ciudadanos españoles muy especialmente es iluminar el futuro sin caer en la tentación de oscurecer –con frecuencia indebidamente– el pasado.

Pero cuando la sensación de "sinrremedismo" se convierte en pánico es cuando somos capaces de levantar un poco la vista y contemplar el futuro: al ser tan necios (¡por cambiar talento por dinero!) no sólo estamos olvidando los grandes desafíos (medio ambiente; pobreza; alimentación, agua, educación y servicios de salud para todos…) sino que estamos perdiendo la capacidad de hacerles frente. Estado de pánico y estupor porque, además, sabemos que sin incentivos los horizontes seguirán ensombreciéndose sin cesar.

"Europa triste y varada", ha declarado Josep Ramoneda, en una excelente síntesis de la situación. Son necesarios cambios radicales en seguridad, en unión económica, en federación fiscal… Europa "varada" mientras que los Estados Unidos y hasta el Reino Unido, empiezan a soltar amarras.

La solución –he escrito a menudo- está un "Plan 2012-2020", con fijación muy concreta de los fondos destinados al déficit, a la incentivación del trabajo, a la mejora de los servicios de salud y educativos, a la I-D-i, a las infraestructuras y construcciones necesarias para hacer de España la California de Europa.

Dejar que se vayan los mejores talentos es un error craso y difícilmente reversible.

Como ha indicado Ignacio Ramonet en su artículo "Otoño caliente" publicado en "Le Monde Diplomatique" recientemente, "está en juego algo fundamental: la igualdad de oportunidades. Por ejemplo, se está privatizando (o sea, transfiriendo al mercado) la salud… Desliguémonos con presteza de las ataduras "eurocráticas", concluye.

El poder ciudadano, si se unen voces y esfuerzos, es hoy enorme. Por eso nos mantienen distraídos, silenciosos, sumisos. Pacíficamente, pero con toda firmeza, reaccionemos. No nos dejemos amilanar por el pánico.

Juntos, podemos superar la presente crisis sistémica e inventar un futuro distinto. Construir una democracia donde la mayoría parlamentaria no eluda escuchar y tenga en cuenta a todos los gobernados, donde el poder ciudadano se exprese con propuestas concretas, en particular, tanto presencial como virtualmente, en el ciberespacio.

Transitemos con rapidez desde el estado de pánico a un estado auténticamente democrático, sereno y audaz, social y justo.

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