(Público.es , 28/11/12)
Algunos de los rostros que impulsaron en España el movimiento de los indignados relatan a 'Público' cómo viven su activismo poco más de un año y medio después del estallido de la protesta. Algunos lo han reducido su intesidad, otros lo mantienen intacto. Todos coinciden en que la lucha contra los desahucios o haber llevado el debate político a la calle son algunos de sus logros
La primera asamblea del 15-M celebrada en la Puerta del Sol de Madrid, el 15 de mayo de 2011. @toofasttofall |
Las redes comenzaron a tejerse en internet, al calor de la primavera árabe y
de una grave crisis económica aderezada con una clase política cada vez
más desacreditada. Los mimbres para el éxito de la manifestación ya
estaban puestos. La convocatoria fue masiva.
Tras ella, unos cuantos rezagados decidieron reunirse en una plaza.
Muchos no se conocían. Querían hacer algo, pero no sabían el qué. De
repente, alguien sacó un megáfono. El resto –no más de cincuenta
personas– se animaron con un grito inocente, pero que acabó por ser una
de las señas de identidad de lo que, días más tarde, la prensa internacional denominó spanishrevolution. "¡Esta noche nadie se marcha!",
gritaron. Y no se marcharon. Era la noche del 15 de mayo de 2011 y la
plaza la Puerta del Sol de Madrid. Lo que ocurrió después ha sido
recogido en infinidad de artículos periodísticos, estudios científicos,
documentales, libros e incluso películas. Pero, ¿qué ha pasado con las personas que comenzaron a dar forma al 15-M antes de que se llamara 15-M?
Mucho
ha llovido desde entonces: pequeñas y grandes concentraciones, miles
de asambleas, encontronazos con policías y políticos, dos huelgas
generales y varios procesos electorales marcados por el éxito de los
conservadores, el hundimiento del PSOE y el renacimiento de los partidos
que están a su izquierda. Algunos de los rostros que impulsaron en
España el movimiento de los indignados relatan a Público cómo viven su activismo
poco más de un año y medio después del estallido de la protesta. Todos
intentan sacudirse la carga de representar a un movimiento que no oculta
su reparo a los personalismos e insisten en que, aunque fueron ellos,
la mecha podría haberla encendido cualquiera. De hecho, ellos son sólo
una pequeña representación de la multitud de personas y sensibilidades
que han convergido en el 15-M desde su eclosión.
La frustración o la falta de tiempo ha llevado a algunos a reducir su activismoActivistas
curtidos en el movimiento, estudiantil y vecinal o los centros sociales
okupados se mezclaron en lo que los medios etiquetaron como 15-M con
defensores de la cultura libre en internet o ciudadanos que nunca se
habían planteado que el suelo de las plazas también podía ser un buen
lugar para hablar de política e intentar cambiar las cosas. De los
primeros, relatan algunos de los rostros más reconocidos de la protesta,
siguen casi todos. De los otros, algunos siguen a todo gas y otros han
reducido la intensidad de su incipiente activismo por "frustración",
"desencanto" o "falta de tiempo".
Juan Cobo y Fabio Gándara son ejemplos de esto último. Antes del 15-M no habían participado en un movimiento social y ambos fueron portavoces
y, por tanto, caras muy visibles del 15-M desde la acampada de la
Puerta del Sol y Democracia Real Ya (DRY), respectivamente. Participaron
en debates radiofónicos y televisivos, concedieron entrevistas,
hicieron declaraciones a medios nacionales e internacionales. Ahora
están alejados de la primera línea,
aunque, aseguran, viven su activismo de otra manera. Juan, fotógrafo de
28 años, cambió de ciudad a finales de 2011. "Voy a algunas
convocatorias, pero ya no estoy tan implicado entre otras cosas porque
no tengo tanto tiempo. Aprendí mucho. Del 15-M hay cosas que no me
gustan, otras me encantan. Lo que es seguro es que mucho de lo bueno que
llegó entonces lo hizo para quedarse", asegura.
Fabio, por su parte, creador del grupo de Facebook que dio lugar a DRY –promotora de la primera gran movilización– decidió apartarse cuando su apuesta, junto a otros compañeros, por revestir a la plataforma de una forma jurídica y convertirla en asociación provocó una gran fractura en el grupo. "Fueron muchos meses de trabajo duro. La tensión y las críticas me quemaron un poco y por eso decidí apartarme",
señala. Licenciado en Derecho y Políticas, fue acusado desde dentro del
15-M de querer copar demasiado protagonismo. Ahora trabaja como
promotor de campañas en Change.org,
una plataforma de activismo online. Cree que el movimiento perdió
"inclusividad" cuando la gente "con más experiencia" intentó llevar al
15-M a sus propuestas concretas. "Cada uno quiso vender su libro y eso
generó rechazo", asegura.
Activistas inician la difusión de la acampada con esta improvisada infraestructura el 16 de mayo de 2011. @toofasttofall
Nicolás,
que prefiere que no dar su apellido, fue a la manifestación del 15 de
mayo solo. Nunca había participado en un movimiento social. Cuando llegó
a su casa en Leganés empezó a ver en las redes sociales que había gente
dispuesta quedarse esa noche en la plaza. Tomó un par de lonas que
tenía por su casa y cogió el coche de vuelta a Madrid. Suyas son algunas
de las pocas imágenes que hay de la primera acampada del 15-M. A través
de su cuenta de Twitter también difundió fotografías del desalojo de la
noche del lunes 16 que prendió la mecha definitiva. Nicolás, que
trabaja en una agencia de publicidad, también admite que ha reducido su
activismo. Y reconoce que no es el único. "Hay gente que no supo
dosificar. Después de años de letargo dedicaron cuerpo y alma a esta
causa. Muchos se frustraron al no ver resultados inmediatos", asegura.
Las sinergias del 15-M
Javier Miranda, joven de 26 años implicado ahora en el montaje de una cooperativa sobre arquitectura sostenible, no llegó de nuevas al 15-M. Fue a la manifestación y también se quedó a dormir parte de la primera noche de acampada. Llevaba tiempo participando en el Patio Maravillas, un conocido centro social okupado del madrileño barrio de Malasaña, y en iniciativas alternativas como BiciCrítica, un colectivo de ciclistas urbanos que se manifiesta una vez al mes para reivindicar el uso de la bicicleta como medio de transporte. En el Patio fue donde los integrantes de DRY hicieron sus últimas asambleas antes de la primera gran manifestación. "El 15-M fue un soplo de aire fresco para la ranciedad del activismo, que exportó algunos de sus vicios a la acampada. La parte buena es que la gente más bregada tras años de militancia lidió con problemas como los asuntos legales o la permanencia", señala. Él contempla el activismo como una forma de vida, pero reconoce que ha visto frustración en muchas de las personas con las que ha compartido charlas y asambleas en el último año y medio. "No es todo una gran victoria o nada. El proceso natural del cambio social se compone de pequeños logros. Uno de los problemas del 15-M ha sido precisamente la marca, se crearon estructuras demasiado rígidas y una burocracia excesiva", asegura. Y entre esos vicios importados, Javier rescata especialmente uno: "No se puede aplicar a una asamblea de 1.000 personas el método de la de un centro social en la que participamos veinte"."No es todo una gran victoria o nada. El cambio social se compone de pequeños logros", dice Nicolás. Clara, abogada de 29 años que prefiere que se publique sólo su nombre de pila, fue, junto a otra compañera, la primera persona que medió con la Policía para mantener la recién creada acampada de la Puerta del Sol. "Agente, vamos a pasar la noche de forma pacífica, no vamos a hacer ruido y no vamos a ensuciar nada", recuerda que le dijeron a un policía. Ella ya llevaba años participando en el movimiento estudiantil o en las plataformas que luchaban por el derecho a la vivienda en plena burbuja inmobiliaria. Asegura que tiene ejemplos "muy potentes" de gente que "antes se consideraba apolítica" y que ahora son "cimientos fundamentales" del movimiento. En mayo de 2011, Clara trabajaba en un importante despacho de abogados. Lo dejó y ahora coordina la asesoría jurídica de un sindicato relacionado con la propiedad intelectual, un tema del que es experta. Licenciada en Derecho y Economía, asegura que, por su aspecto, nadie diría que el 15-M le ha calado hasta la médula. "Soy la típica que le gusta a las madres para sus hijos", dice entre risas. "Lo mejor del 15-M es que nos hemos conocido y hemos entendido que se trata de una lucha global", asevera.
Los logros del movimiento
Nadie se atreve a negar que la lucha contra el drama de los desahucios es
uno de los grandes logros del 15-M. También el hecho de haber hecho de
las discusiones políticas algo habitual. Y eso es algo en lo que también
coinciden todas las personas consultadas para este reportaje. "El éxito
del 15-M ha cristalizado en movimientos como el stop desahucios",
asegura Javier, que señala que tras las protestas de mayo también hay
más gente que se ha acercado a los movimientos alternativos. Clara, por
su parte, cree que otra de las victorias de su particular revolución es
haber contribuido a eliminar la connotación negativa de determinados términos.
"Cada vez hay más gente que piensa que radicales son los que recortan
derechos o modifican a su antojo la Constitución, no los que estamos
luchando en la calle", señala. Fabio, por su parte, cree que el 15-M
también ha contribuido a poner en el debate público determinados
aspectos que antes estaban relegados a grupos secundarios o ambientes
académicos. "Se ha dado visibilidad a asuntos como el fraude fiscal. Es
algo sobre lo que ahora la gente tiene más conciencia". Nicolás, por
otro lado, cree que el 15-M también ha fomentado la empatía. "Creo que
ahora a todos nos cuesta un poco menos ponernos en el lugar del otro",
sentencia.
Pancarta vista en la Puerta del Sol de Madrid el 16 de mayo de 2011. PAULA DÍAZ |
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