EL 15M, LOS NEOCON Y EL SENTIDO COMÚN

(Madrilonia, 1/12/2011)


La gestión de la crisis por parte del PSOE, destinada a satisfacer a los mercados financieros por medio de recortes sociales y reformas neoliberales en el ámbito laboral, fiscal y presupuestario, ha dejado allanado el camino para la victoria del Partido Popular.

Sin duda, dicha gestión de la crisis también ha sido uno de los detonantes del movimiento 15M. Desde la manifestación del 15 de mayo de 2011 cientos de miles de personas han salido a las calles hartos de pagar la crisis. Muchos han querido ver en el 15M un movimiento de izquierdas, pero la realidad es que su éxito no reside en escorar hacia un lado u otro el hecho político, sino en desbordarlo y desplazarlo hacia un nuevo lugar. Lo cierto es que el 15M ha conquistado algunas de las características que se venían arrogando los movimientos neocon para sí mismos, como la de ser movimientos transversales, sin más ideología que el sentido común. Por un lado, el 15M ha sido capaz de resignificar el protagonismo de las manifestaciones ciudadanas que, sobre todo en el caso de Madrid, parecían propiedad de los sectores más recalcitrantes. Y, por otro, ha venido a ocupar temáticas y malestares similares a los que han trabajado durante los últimos años los neoconservadores. La desconfianza hacia los políticos, el ninguneo hacia la ciudadanía, el sentimiento de indefensión y los miedos ante la precariedad son algunos de los malestares que comparten ambos modelos movilizadores.

Las temáticas sobre las que se apoyaban los discursos neoconservadores han sido volteadas y puestas a disposición de una nueva batería de propuestas políticas y movilizaciones sociales. Podemos decir que el 15M, a pesar de nacer en un momento en el que las pasiones tristes afloran con facilidad, ha sabido darle un nuevo sentido emocional y político a las movilizaciones.

El miedo a la desprotección y la incertidumbre sobre el futuro que recorre amplias capas de la sociedad, es la materia prima sobre la que intervienen los movimientos políticos que se aferran al pánico, al conservadurismo. El miedo y la incertidumbre ante el mercado laboral, el precio de la vivienda, la vejez o la enfermedad son sentimientos subjetivos, pero nadie puede negar que son propios de la (des)protección social que vivimos la mayoría de las personas.

Frente al miedo, el movimiento 15M ha crecido con discursos renovados. Sin renunciar a señalar los agravios fundamentales de nuestro sistema y sin olvidar el dolor, el malestar y las injusticias, el 15M se ha propuesto como un movimiento que opone el activismo al victimismo. Activismo en el sentido de recuperar la política en positivo para afrontar problemas de gran envergadura.

Los agraviados (jóvenes en paro, precarias, hipotecados, estudiantes, pensionistas o cualquier otro sujeto) no han aparecido públicamente apelando a la compasión, a la movilización de sus pasiones tristes, sino que han sido llamados y ellos mismos llaman a unirse en torno a la acción, indistintamente de la situación concreta en la que cada cual se encuentre. No existe la relación del agraviado y aquel que se suma a su causa, existe el indignado que defiende una causa que no le pertenece en exclusiva.

Lejos de caer en el centralismo, el 15M se ha basado en la sensatez de la organización en red y ha utilizado muchos de los mecanismos comunicativos que también venía usando la derecha neocon: redes 2.0, blogs, foros, etc. Todo ello puesto al servicio de la promoción de una causa que se mueve en los márgenes de la política tal y como la conocemos hasta ahora.

El 15M ha recuperado la política como hecho radical, que excede y pone en crisis el sistema establecido. Ha abierto la posibilidad de entender la política más allá de lo ya existente, más allá de las ideas y los actores ya conocidos. Al mismo tiempo no ha renunciado a denunciar los fallos formales del sistema como la Ley Electoral, la corrupción política o los recortes frente a la crisis. La crítica más profunda del sistema ha expresado con claridad lo que ya era un secreto a voces, que la crisis no la sufrimos todos por igual, que el sistema no lo hemos hecho entre todos, que el poder no reside en todos por igual. Estas afirmaciones básicas son las que han permitido dibujar un mapa distinto sobre la culpabilidad en esta crisis y también una descripción de los más perjudicados por la misma. El 15M ha puesto nombre y apellidos a los culpables y ha hecho un gran ejercicio de exorcismo de masas, levantando la culpa colectiva que la clase política y financiera ha querido endosar al conjunto de la sociedad.

El nudo que ataron las movilizaciones neocon, donde lo sensible y lo político, las emociones y las ideas quedaban unidas compartiendo un espacio de agitación frente a la política profesional y aséptica, ha quedado disuelto. Sin victimismos, ni sentimentalismos, el 15M ha devuelto la emoción a la política sin pasar por el peaje de la subordinación a las élites. Si las pasiones que moviliza la derecha neocon siempre pasan por conservar lo que tenemos y el miedo a lo que nos puedan quitar los demás, el 15M ha salido a la calle con la intención de perder el miedo, crear, atacar y señalar a los que realmente son los culpables de la crisis. De nuevo, la fórmula neocon invertida, un discurso sencillo, emotivo y efectivo que encierra una amplia declaración de intenciones.

La política deja de ser el monopolio de los políticos cuando la gente no se conforma con los caminos marcados (el voto cada cuatro años), y  desborda el eje que reduce el debate (izquierda-derecha). Entonces la política vuelve a ser algo vivo, algo que moviliza las pasiones de la gente. Pero es muy distinto apelar al resentimiento que a la indignación, no tiene nada que ver el victimismo con el activismo. La batalla entre las pasiones tristes y alegres seguirá definiendo el tablero de juego de la crisis.

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