(Diarioprogresista.es, 7/10/2012)
Anselmo Solana
Nunca tuvimos tanta información como hoy y tantos recursos gracias a la Red. Nunca la gente ha sido tan lista como ahora y por el contrario, nunca nos han tratado de manipular y nos han mentido tanto como en éste tiempo.
Sirvan como un pequeño ejemplo, lo que ha tratado de hacerse contra los
manifestantes de éstos últimos días. Pero la red de recursos es infinita
y éstos consiguen que la censura sea cada vez más difícil de que se
produzca y por tanto de manipular a la ciudadanía.
Vivimos en la sociedad del conocimiento y hoy tenemos la suerte de
que éste no se pierde, sino que se acumula. Pero, cuando nos parecía que
habíamos encontrado las respuestas, nos cambiaron las preguntas y éstas
a pesar de todos los recursos disponibles, van a tardar en ser
respondidas.
Nuestra Constitución se nos está quedando anticuada a una edad
temprana con tan sólo 34 años de vida. Fruto del esfuerzo común y de un
proyecto con divergencias, pero compartido por todos. Donde primó más el
espíritu de consenso, donde primó más lo que nos unía que lo que nos
separaba. Un proyecto inclusivo, compartido por todos en una etapa
difícil para nuestro país.
Fue consensuada en un tiempo complicado pero lo leído, escuchado y
vivido en su vigencia, las fórmulas que se encontraron para salvar los
escollos, desacuerdos y desencuentros sobre la misma, podría resumirse
como un resultado donde la cordura, el consenso y mucho sentido común,
fueron los argumentos principales de todos y cada uno de los que la
iniciaron.
Ahora atravesamos un tiempo de incertidumbres sociales y políticas
que nos rodean y secuestran en el factor del miedo. Este es de cada uno
de nosotros, pero cada día tiene más gente atrapada porque acorta y
refugia a los ciudadanos en un espacio cada día más pequeño. Estamos en
un cambio de época y quizás por ello, estamos empezando a comprobar
cosas distintas en las calles, en las manifestaciones; en cómo la
ciudadanía siente que tiene que mostrarse, expresarse; hacer algo,
mostrar su indignación.
Es un tiempo que ha generado una ciudadanía cansada de escuchar
aquello de “hemos entendido el mensaje” y que ha resumido su forma de
actuar mediante su indignación y que ha optado por comprometerse en la
salvaguarda de los derechos que como ciudadanos están consagrados en la
Carta Magna.
Nos debe preocupar el presente y nos tiene que preocupar el futuro.
El futuro que se vislumbra a nuestra Democracia con el progresivo
recorte de derechos sociales, civiles y políticos que estamos teniendo
como no tuvimos jamás.
Por ello, el reforzamiento de la sociedad civil, de una sociedad
civil activa, libre y reivindicativa, que ha dicho que ya está bien. Una
sociedad que está mostrándose cada vez más indignada; preocupada por el
progresivo desmantelamiento de lo público y que quiere actuar como el
contrapeso al deterioro de la calidad democrática de nuestras
instituciones.
Una sociedad que se cansó. Una sociedad que respondió gritando “si
vosotros (políticos) no tenéis tiempo para nosotros (ciudadanos), no
esperéis que nosotros lo tengamos para vosotros.
Los partidos políticos están siendo contestados por los ciudadanos.
Esta crisis debe hacernos reflexionar a los que sí creemos en la
política; a los que pensamos que la política es el mejor instrumento del
que disponemos los ciudadanos.
Los últimos acontecimientos sociales provocados por las actuaciones
de un Gobierno que ha incumplido el programa que le llevó al poder, nos
están diciendo en que o profundizamos en la calidad y la transparencia
de la política y marcamos claramente las distancias desde las opciones
que necesitamos de la política para conseguir mayor justicia social e
igualdad, o nuestro país puede convertirse en un entramado de
organizaciones y partidos minoritarios de todo tipo de ideología, con
unos efectos y resultados imposibles de determinar.
Corremos muchos riesgos como sociedad y dentro de ella como
ciudadanos. Lo más negativo que nos puede suceder es que terminemos
acostumbrándonos a la resignación y a no levantar la voz, a refugiarnos
en el espacio individual del factor miedo y esto sí que sería
definitivamente bajar los brazos.
Por ello, como nos ha dicho un “joven” Hessel: ¡indignaos!, porque la
peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perdéis uno de
los componentes esenciales que forman al hombre; la facultad de
indignación y el compromiso que la sigue.
¡Indignaos!
0 comentarios:
Publicar un comentario