CÓMO HACER QUE LA GENTE SE INTERESE POR LA POBREZA

(3500 Millones, 4/03/2012)

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Refugiadas malienses en el norte del Níger. Foto: © UNHCR/H.Caux

Hace algunos años, el lingüista estadounidense George Lakoff se hizo popular por su libro No pienses en un elefante. Basándose en la existencia de una serie de valores individuales y en los símbolos que utilizamos para expresarlos, Lakoff argumentaba que unas ideologías han tenido mucho más éxito que otras a la hora de influir a los votantes, lo cual explica la preocupante deriva de las políticas de interés público como inmigración, salud o educación.

El caso es que un grupo de organizaciones y expertos de la sociedad civil británica han usado este mismo marco conceptual para tratar de contestar una pregunta fundamental: ¿cómo podemos reducir la distancia que existe entre la opinión pública y las políticas de lucha contra la pobreza? El estudio está centrado en el caso británico con respecto a la pobreza internacional, pero al leerlo es difícil no pensar en otros muchos países en los que resulta francamente complicado involucrar a los ciudadanos en la defensa de los asuntos de interés general, desde la calidad de los servicios públicos a la corrupción, la pobreza o la inmigración.

El diagnóstico que se describe en la primera parte del informe resulta desolador. En pocas palabras, las organizaciones sociales se han empeñado en medir el éxito de sus esfuerzos con los indicadores equivocados: una campaña de impacto global como Make Poverty History (Pobreza Cero, en el caso español) fue capaz de generar millones de firmas y euros en defensa de más ayuda al desarrollo o de un comercio más justo, pero estos resultados no parecen haber alterado de manera fundamental la percepción que los ciudadanos tienen de sí mismos y de su relación con los países pobres: "donantes generosos" que resuelven los problemas de "pobres agradecidos". Así se explica, claro, la frustración de mucha gente tras 40 años en los que la ayuda ha ido creciendo al mismo ritmo que la pobreza.

La verdadera clave del éxito, dicen los expertos, está en alterar este compromiso superficial fomentando valores individuales del tipo 'universalista' (como la empatía), que constituyen la motivación más importante del comportamiento. Utilizando los símbolos y marcos de referencia adecuados, estos valores pueden ser traducidos en actitudes y acciones concretas que logren cambiar la realidad.

Y esa es la batalla que, según Lakoff, ganan por goleada los ideólogos conservadores.

El ejemplo de la inmigración demuestra hasta qué punto acierta el autor norteamericano. Incluso cuando todas las partes aceptan que el actual sistema regulatorio no funciona, el modo en el que se enmarca el debate prejuzga quién es responsable del problema y de quién depende la solución. Se ha impuesto la idea de que existe un problema porque estamos invadidos por inmigrantes dispuestos a cualquier cosa con tal de trabajar en nuestro país, no porque hayamos fracasado a la hora de reducir las desigualdades y crear oportunidades en sus países de origen. Si el problema fuese este, tendríamos que buscar otros culpables, algunos de ellos en nuestros propios gobiernos. Más aún, los inmigrantes pasarían a convertirse en refugiados económicos, protegidos por las mismas garantías que protegen a los refugiados políticos.

Es solo un ejemplo, pero busquen ustedes cualquier otro que les resulte útil: los musulmanes son extranjeros (como dijo hace poco el Ministro Wert), la sanidad pública catalana es una fuente de ineficiencia (como sugiere cada día la Generalitat) o el problema de los países pobres es la corrupción de sus dirigentes (un modo eficaz de evaporar nuestras propias responsabilidades).

Tal como está el patio, este asunto puede parecer una frivolidad de bloguero aburrido, pero yo no lo creo. El modo en el que respondamos hoy a esta crisis determinará la sociedad y el mundo en el que vivamos mañana. Desde la educación en la escuela y en la familia a la participación en cualquier forma de organización social, estamos obligados a nutrir los valores de la solidaridad y la empatía. Todo lo demás será un fracaso que cargaremos durante generaciones.

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