(El Periscopio, 21/03/2012)
Ha pasado desapercibido (salvo en Twitter) el artículo que firmaba hace un par de días en The New York Times, Hugo Dixon. En él repasa las actuaciones de Rajoy como primer ministro y deduce que "tratar a la población como a niños podría causarle problemas". Afirma que hay quienes "entienden que España tenía que reducir su déficit y aumentar su competitividad” pero que no ha sido franco con sus planes.
Explica Dixon cómo Rajoy ha hecho lo contrario de lo que prometió
antes de las elecciones de Noviembre. Pero el presidente – dice el
comentarista -, “no ve ningún problema en ello”. Más aún cree que
“hubiera sido una tontería hablar mucho de la austeridad en la campaña
de las elecciones generales, ya que podría haber asustado a los
votantes. Por la misma razón, piensa que sería una tontería hablarles de
la revisión del estado del bienestar antes de la elección en
Andalucía”.
“A la larga, el hecho de no tratar a la población como adultos podría
causarle problemas. Pero en el corto plazo, la estrategia ha dado sus
frutos. El Partido Socialista perdió casi el 40 por ciento de sus votos
en las elecciones generales, sobre todo porque había hecho un mal
trabajo en el gobierno. Ahora se espera que pierda también Andalucía”,
añade.
El articulista ve bien que sea más fácil despedir y que bajen los
sueldos porque estima que así España gana competitividad y aplaude otras
medidas igual de neoliberales, de las que, como todos los miembros de
esa secta ideológica, esperan frutos que no se han dado en parte alguna.
Lo que le preocupa es que en las siguientes medidas que el PP de
Rajoy impondrá tras las elecciones del domingo -cuando dominé
prácticamente todo el poder en España- siga siendo igual de insincero y
“aumente su cinismo”. Escribe Dixon: “Los españoles ya tienen poca
confianza en los políticos de todos los colores: como pudo verse en el
movimiento de indignados del año pasado, cuando cientos de miles de
manifestantes salieron a las calles para quejarse”.
“Esto no importaría si la economía, que el gobierno espera reducir un
1,7 por ciento este año, se estabiliza el año que viene (cosa que,
añado yo… y el FMI, y Funcas y el BBVA, no ocurrirá). Pero si el PIB
sigue cayendo, el desempleo (actualmente el 23 por ciento) sigue
aumentando y el déficit sigue siendo obstinadamente elevado, España se
enfrentaría a renovados temores del mercado de bonos y una mayor presión
de sus socios del euro para reducir su déficit. El señor Rajoy tendría
que vender otra dosis de austeridad a los votantes que no le creen” Y
así concluye: “Después de haber sido tratados como niños, incluso
podrían hacerle una pataleta”.
Actualmente, un gran número de españoles se encuentran encantados de
ser, en efecto, tratados como niños. Evitan así pensar y tomar
decisiones adultas. El padre estricto que conocieron sus ancestros
-Rajoy incluido- está ahí para marcar el camino. Pero algo intuye el
comentarista de The New York Times: no todos nos estimamos en tan poco
y, si no hay resultados sobre la crisis –que no los habrá más que para
los privilegiados del sistema-, el ser tratados como seres con un
cerebro sin desarrollar puede ser en efecto el error más grande de
Rajoy y su gobierno. Incluso podrían montar un número los bebés mentales
si se quedan también sin chuches y pelotita (que todo se andará). Igual
así entienden que nunca un papá neoliberal cuida de sus hijitos, sino
de sus colegas de élite.
______
PD.
Merece la pena detenerse en las contradicciones de los mandamases actuales (como hago en La energía liberada).
Este tipo de ideología aúna con enorme desparpajo el
neoliberalismo económico con el más rancio e intransigente
inmovilismo moral. Ultrarreligiosos de fachada cuando jamás lo fue el
liberalismo original, defensores de la familia y las tradiciones aunque
las transgredan buscando la redención en el confesionario o en un acto
de contrición interna. En realidad se comportan como “el padre estricto”
—en el genial estudio del lingüista George Lakoff “No pienses en un elefante“—
que cree en la maldad del ser humano en lugar de en la bondad o en los
matices. Maniqueísmo en estado puro: “un bien absoluto, un mal
absoluto”. Infantilismo. El mundo, a sus ojos, también es un lugar muy
peligroso. Se necesita, por tanto, un padre fuerte, muy fuerte, e
inflexible. Que los proteja e instruya en esas verdades inalienables.
Que los castigue si yerran para que aprendan a no volverlo a hacer. Ah, y
sobre todo que los obligue a buscarse la vida solos una vez
correctamente adoctrinados. En la riqueza que identifica como el bien.
“Es inmoral dar a la gente cosas que no se ha ganado porque entonces no
conseguirán ser disciplinados y se convertirán en seres dependientes e
inmorales”, explica Lakoff. Tan inmorales… como los programas sociales y
el Estado mismo que no respeta iniciativas, y el bien superior del
enriquecimiento privado.
Enormes balones… que les roban a otros.
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